Resulta
evidente que vivir en sociedad es algo que se produce y se hace para satisfacer
los dos instintos básicos.
Y es igualmente obvio que de no necesitarse unos a
otros para esos menesteres no se viviría en grupo.
Otro dato que
confirma lo dicho es esa sensación de ternura que producen los seres humanos
cuando requieren ayuda.
Piénsese en los bebés, en los heridos, en los enfermos,
en quienes lloran.
Todas esas sensaciones mueven a cualquiera a dar ternura, o
sea a socorrer.
¿Para qué se ha generado este suprasentido si no es para
la ayuda mutua que contribuye de forma esencial a la supervivencia?.
Piénsese,
ahora, en los sentimientos que produce un cuerpo sano, desnudo, alegre,
cantarín, mimoso.
En efecto, esos sentimientos son tales que llevan al deseo,
al encuentro de placeres de distintas anatomías.
Todo esto hay
que decirlo, pues ya nada de eso está claro.
Resulta que se vive en sociedad
¡porque se vive en sociedad!, piensa la gente. Sin saber por qué y para qué.
Es
más, existe un fatalismo que lleva a considerar que es así porque así debe
ser, y que nos educan para ello porque de lo contrario no caeríamos en
la cuenta de lo bueno que es vivir en grupo. Increíble.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL, de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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