DE LA
PROHIBICIÓN
“Hay dos
clases
de fidelidad:
forzosa y
forzada”
Los instintos
inherentes a cada individuo de la especie humana, el de supervivencia y el de
placer, son las dos fuerzas que le obligan a vivir en sociedad.
La frase “el ser humano es un ser
sociable por naturaleza” resulta ser más verdad de lo que parece, pues en
efecto, sólo viviendo con otros puede cada persona resolver esas dos
cuestiones.
Y no se habla
aquí de esa edad, la infancia, en que los cuidados de los adultos son
indispensables.
Se habla de un individuo de la especie en plenitud de
facultades. Ese, precisamente, es quien mejor puede apreciar que, si no
viviera con otros, su supervivencia sería una cuestión de suerte y sus momentos
de placer un fracaso.
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