En cierto
momento de la evolución de la especie algún tipo de Poder vio útil el maldecir
la búsqueda colectiva y pública del placer sexual, y decidió prohibirlo.
Nace así el
concepto de posesión de la mujer por parte del macho al convertirla en esposa
(sea una o sean varias).
Posesión que se rige por las reglas de la prostitución
(compra-venta) pero en la versión del pago por igualas (“me das tu
servicio sexual, me das hijos y cuidas de mi alimentación y casa, y yo, a
cambio, te mantengo y protejo”, estableció el macho).
Estando la diferencia
entre mujer-pública y privada en que aquella no concede el usufructo de su
cuerpo en exclusiva, mientras la fiel esposa sí.
Da la
impresión, no obstante, que mantener al ganado (machos y hembras) como
si no lo fuera, debió de resultar difícil, y violaciones, adulterios, y otras
formas de buscar placer, como la homosexualidad masculina y femenina, exigieron
aunar esfuerzos en el empeño represivo.
Posiblemente así y por eso, el Poder
decidió fomentar o inventar o permitir los brotes religiosos que le convenían y
en consecuencia potenció las religiones hoy vigentes.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL, de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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