Otro problema
común (que tiene que ver con el Instinto de Supervivencia) es el de la
comunicación.
Para conseguirla plenamente
lo ideal es que todo el mundo use el mismo idioma.
Sin embargo, y dentro
de los Mandamientos del Pensamiento
Único, se encuentra la Humanidad con este acontecimiento en verdad chocante.
Resulta que lo que es una fatalidad (que no todos los pueblos hablen la
misma lengua) ahora está de moda considerarlo como un enriquecimiento
cultural. Inaudito.
Que alguien
aprecie la lengua que aprendió de sus padres es natural ¡porque es lo más
cómodo del mundo! (no por otra cosa).
Que uno quiera que la lengua que él habla
la hablen el mayor número de personas, es también natural, y lo es también ¡porque
así resulta todo más fácil!. Y más eficaz.
Porque la eficacia del lenguaje está
en que permita comunicarse ¡con el mayor número de seres posibles!.
Tener una
lengua muerta, o porque ya no se use o porque la usen tan pocos que
apenas presenta utilidad, no enriquece a nadie, y sí, más bien, es un
inconveniente.
Esto está tan
claro que cualquiera de los que cantan la gracia de que existan mil lenguas,
dan por sentado que está mejor preparada (para la vida) la
persona que conoce mayor número de idiomas.
¿Y por qué? cabría
preguntarles.
Y ellos en su sabiduría responderán: “Porque cuántas más lenguas
se dominen será mejor para encontrar trabajo, para relacionarse, para adquirir
conocimientos, para estrechar lazos y sentimientos, en resumen para vivir”.
Fantástico.
Pues entonces ¿no sería lo lógico que los Organismos Pertinentes elaboren un
plan para que en 40 o 50 años toda la Humanidad hable un mismo idioma?.
Las
ventajas últimas serían innegables (absolutamente mejor para toda la Humanidad
en cuanto a comunicación, proximidad afectiva y perspectivas) pero incluso las ventajas iniciales saltan a la vista, al
suponer eso la alfabetización de todas las gentes.
Mas, hay más,
una vez conseguida esa lengua común a todos los humanos, se ahorrarían ingentes
cantidades de energía, humana y física, al poder suprimir la enseñanza y
aprendizaje de idiomas.
Convendría decir, como de las religiones,
que ninguna lengua sería prohibida, pero su uso y mantenimiento no sería una carga
de todos y sí únicamente el vicio de unos cuantos.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL, de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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