Al estar
todos los días y a todas las horas en celo, y al tener confundidos los
lugares del máximo placer con los genitales de la procreación, le tocó a la
Especie Humana la lotería de la subsistencia sin comerlo ni beberlo, pues fue
cuestión de suerte.
En el caso de
los humanos, que encima tenían crías delicadas, bastó que se dieran esas dos
felices circunstancias (las ganas de gozar siempre y la carambola de tener cerca las fuentes
del placer de las fuentes de la vida), bastó con esos dos aciertos en el
sorteo de la vida, para que nuestra especie creara tan altas probabilidades
de embarazos y de subsistencia, que por eso ha perdurado .
Como vemos,
en definitiva, esa lucha se gana con las mismas armas con las que ganan
esa guerra también las plantas.
Producen el semen y llega de carambola,
de casualidad, como en una lotería, a la planta femenina y nace la cría.
Exactamente igual que con los inteligentes humanos. La única diferencia es que
aquí, las azafatas que extraen las bolas premiadas de esta lotería, en
la que hay premios a mansalva, son los irreprimibles deseos de sentir el placer
que la propia Naturaleza tiene en su menú como el plato más exquisito que
existe.
Por supuesto que la ductilidad para adaptarse
al medio, en su sentido más estricto, también ayudó, pero eso es mérito de la inteligencia
y otros factores orgánicos.
Si será
bueno, el factor adaptación al medio del Género Humano, que hasta con
siglos a cuestas de represión sexual, ahí siguen nuestras sociedades,
aguantando.
Enfermizas pero en pie. ¡Esa sí que es capacidad de adaptación!.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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