Dentro de
esas facilidades para procrear, ya mencionamos que por una parte estaba el
hecho de estar permanentemente en celo (o sea con necesitad de placer sexual a
tiempo completo), y que la otra cualidad que favoreció la pervivencia de la
especie fue, en las hembras que lo podían hacer con cualquiera y en los machos que
también lo pueden hacer con cualquiera.
Dicho mejor,
que al hombre le gusten todas es lo natural y necesario.
No tendría
ningún sentido que el macho, él solo, pudiera obtener el máximo placer, y que
en consecuencia no fuera buscando encuentros sin parar.
Repárese en que si
resultara que nos encontramos con machos exquisitos a los que sólo
gustaran las pelirrojas, y que todas las demás les dejaran fríos, con ese
instinto tan raro, no se habría preñado a tantas.
Al hombre le tienen que gustar todas por ley, y además le tiene que gustar darse el
gustazo de la variación, y eso fue, sin él saberlo, lo que propagó la
especie, al ir dejando espermatozoides en todos los úteros que pudo,
dejando así embarazadas a todas las que después la suerte decidió. Como se ve
un juego de probabilidades.
Si resultara
que el macho sólo sintiera pasión, deseo y ganas, con el amor de su vida,
y no lo llegara a conocer, no se
habría producido la pervivencia de la
especie.
Por cierto
¿no resulta chocante que el gran amor siempre lo acabemos encontrando?
Eso muestra que está sospechosamente cerca; a pesar de ser tan grande y
hermoso, y por supuesto mágico. Demasiada suerte para que sea suerte.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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