La Contrarrevolución. Nace el machismo.
Se entra así
en un periodo de crisis. Una crisis económica. El menor número de individuos en
cada tribu le genera problemas a ésta. Ello hace aumentar el miedo, al tiempo que
a veces el macho quiere sexo a la antigua (o sea sin trabas y con coito) y no
lo tiene. Se está gestando la primera contrarrevolución de la historia.
Entonces, con
la disculpa del bien del grupo, los elementos machos, utilizando su
mayor fuerza física, producto del desarrollo que ocasionaba su especialización
como cazadores, impone una nueva Ley.
La Ley de la
Propiedad Privada. Cada hombre tendría, como mínimo, una mujer, que debería
garantizarle placer sexual sin trabas, hijos sin limitación y cuidados sin fin.
A cambio, ellos las mantendrían. Ha nacido, con fórceps, la mujer-objeto.
Para
lograrlo, mediante la fuerza bruta (¿qué fuerza no lo es?) hacen la vida
imposible a las hembras del colectivo, matándolas si es preciso.
Y definen la
tarea que debe cumplir la mujer que quede sin dueño, la cual deberá
ganarse la vida siendo de todos, y ya le darían algo para ir tirando.
Ha nacido
la profesión más vieja del mundo.
En realidad una versión de la santa
esposa; pues la que no sea de un hombre no recibirá los cuidados que le
permitan subsistir, y por tanto debe ser de todos para sobrevivir.
Esposa y puta son pues profesiones
de la misma antigüedad, instauradas ambas por el Poder Machista.
Son
profesiones que se ejercen a la fuerza, no por vocación.
Las ha inventado el
hombre, obligando a las mujeres a elegir.
Como el dogma
de esta contrarrevolución se basaba en lo trascendente de tener el mayor
número de hijos posibles, se genera en este nuevo periodo la fobia
cultural (o sea inducida) hacia quienes siendo como todos (poseen
los dos instintos base de la normalidad,
supervivencia y placer) no generaban partos: los gays y las lesbianas.
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