jueves, 14 de abril de 2016

HOMENAJE A “JOSÉ MARÍA FRANCIA VIÑA”

                      
  HOMENAJE  A  “JOSE  MARÍA   FRANCIA  VIÑA”

            “CHEMARI   Y   LA    TORTUGA  DE  GAUSS”


Disculpad que para completar el retrato robot de José María utilice la fábula de “Chemari y la Tortuga de Gauss”. (Los amigos de la casi-infancia le llamábamos “Chemari”)
           
Su adolescencia, que coincidió con la mía, se produjo en un época en la cual no había otro despeñadero sexual que los escotes-recatados-de Sara Montiel en el cine. Y el círculo se cerraba con Ejercicios Espirituales Obligatorios, de una semana de duración por curso-durante 7cursos, en el Instituto Público de Zamora “Claudio Moyano”
        
    A partir de ahí, pues, podría hablar de por qué le gustaban tanto los devaneos. Pero eso no nos llevaría a ninguna parte, porque respecto a esa cuestión todos-y todas-somos iguales.
           
Comentemos por tanto, mejor, el hecho diferenciador.

            Para ello permitidme que antes os recuerde aquello de la Curva de Gauss.

Esta curva es la que sale en los estudios estadísticos cuando las cosas son normales.

Por ejemplo, si nos pesaran a los que aquí estamos, saldría un “peso medio”, en torno al cual estaríamos la mayoría de nosotros. Pero además, habría unas pocas personas-muy pocas-que se alejarían de la media, por tener mucho peso. Y por lo mismo habría unos cuantos, también pocos, que tendrían menos peso del habitual. Siendo todo lo dicho lo normal: el que haya de todo y distribuido como se indicó

Luego, si dibujamos esos resultados, sale una curva cuyo perfil es similar al corte longitudinal del caparazón de una tortuga gigante. (ver la gráfica).

Pues bien, si hiciéramos el estudio estadístico de la capacidad intelectual, social y revolucionaria, (en una sola pieza) de cómo era la gente en la España de su tiempo- la vida de José Mari-obtendríamos, claro está, una curva de Gauss.

Y en ella, como en todas, habría: mucha gente en torno al valor medio, luego, muy poca en un extremo, y otra, también de escasa cuantía, que destacaría en inteligencia, compromiso y capacidad de lucha.

Pero ocurre que la curva de Gauss tiene-como dijimos-forma de tortuga ¡y lo es!. Y esa es la razón por la que el Poder permite la democracia: al votar todos-lógicamente- la tortuga, claro está, va, por decisión propia, “a paso de tortuga”,  y encima, por culpa del Pensamiento Único ¡con el freno echado!. O sea, para los poderosos ¡el descubrimiento del siglo!: ¿Hay algo menos revolucionario que la velocidad de una tortuga? Difícilmente.

Y aquí entroncamos con la personalidad o el arquetipo de nuestro común amigo-y admirado-José Mari.

¡En la curva de Gauss de las aptitudes rebeldes contra el sistema, él estaba en la cabeza de la tortuga! Y por eso le admirábamos, porque sin saberlo percibíamos que su situación en esa curva estaba enclavada en la zona-poco habitada-de quienes tienen un carácter excepcional.

Y por eso mudaba con frecuencia de grupo, de ahí su inquietud. 

Porque tirar de una tortuga -razonando- es agotador: El caparazón pesa un millón de toneladas conservadoras. Nadie -ni los cabecillas- hacen nada que pueda romper la armonía intelectual, por miedo a salirse de los tres mandamientos del orden establecido, a saber: “que la realidad es la realidad,     que las cosas son como son,    y que siempre hubo y habrá, ricos y pobres”.

Exactamente todo lo que él no podía soportar: Pues consideraba que la realidad hay que cambiarla, que las cosas no son lo que parecen, y que nunca debe haber ricos y pobres.
           
José María ha pasado por diversas tortugas de carácter social o político. De todas se salió porque se vio en la cabeza de la tortuga (No confundir con ser jefe. No es lo mismo. Incluso es, más bien, incompatible) y comprobó lo durísimo que es conseguir que la tortuga acelere su paso y revolucione el Orden Social Imperante. 

Por eso, impaciente, se fue de tantas.

Y ahí tenemos una de sus facetas, pues era, si no el Divino Impaciente, si el  Impaciente Divino, en el sentido de cordial, ameno y tierno.
           
De este paso por tantas tortugas, Chemari llegó  a ser una mezcla de cristiano de base, socialista de altura, comunista libertario y médico de la vida, o sea un Ecologista en Acción.
       
     Que últimamente, al ser esta tortuga más etérea, la debió de ver con marcha más rumbosa y en ella se quedó. Y puede que también, tal vez, porque esta tortuga le permitía ser, sin mayor quebranto, todo lo que era.
           
Aunque sospecho que le atrajo, de Ecologistas en Acción, también el apellido de “en ACCIÓN”. Porque él siempre entendió que era la acción-de palabra u obra-lo imprescindible para el vuelco social -dudo que el quisiera sólo un cambio-. Es más, sospecho tanto del atractivo de la palabra “acción”  para él, que puede que en su día tuviera contactos con acción católica, cuando sólo era alguien en formación, en aquella época de la sobredosis de liturgia que os comenté.

José María quería acción, revolución, cambios, impaciencia, lucha. Y por eso las tortugas de lo políticamente prudente le parecían tortugas perezosas

Él fue como el protagonista de las películas de aventuras, alguien que no paraba, el movimiento continuo, y siempre caminando hacía la misma estrella: la de que nunca haya ricos y pobres.

            No pegaba bien por tanto en un mundo de tortugas.
      
      ((Que nadie se moleste por lo dicho, que yo soy de tres tortugas, e incluso de una de ellas el Coordinador))

Y para acabar, y por citar un defecto, que no conviene deificar a nadie, contaros que se compró una guitarra, en plena adolescencia, y aunque en la tortuga de quienes tocan ese instrumento él estaba más bien por la zona del rabo, nos torturaba, a los amigos, con el “Ne me quitte pas” o el “Bésame, bésame mucho”, mientras utilizaba de pentagrama un par de ojos bonitos que hubiera por allí. 

Porque era, también, un seductor
        
    ¡Casi ná!.                    


Salamanca-17 de Diciembre del 2005 Pacomolina

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