jueves, 25 de agosto de 2016

Cada instinto influye en el otro.


Cada instinto influye en el otro.

Cosa distinta es que, ocasionalmente, un dolor o enfermedad o preocupación, anulen o impidan, transitoriamente, el que las ganas de placer se quieran colmar.

Fijémonos ahora que en estos últimos casos, la anulación o desaparición de un instinto básico (en este supuesto el de placer), se debe al crecimiento desmesurado de las manifestaciones del otro, también  básico.

Es decir, si uno de los instintos primarios es anulado o eclipsado, lo es por el otro. Lo cual confirma la trascendencia de ambos impulsos.

Sí, porque también el instinto de placer puede anular o empequeñecer al otro (al de conservación) en momentos puntuales. 

¿Qué son, si no, esas situaciones en que por alcanzar placer alguien se la juega, violando o seduciendo o entregándose al refocile en circunstancias de riesgo, abandonando servicios presuntamente más excelsos o engañando al jefe o practicando sexo en ambientes de alto riesgo por peligro de contraer enfermedades contagiosas, o traicionando a la patria o arriesgando el puesto de trabajo o, en fin, haciendo tantas cosas que seguro que tu imaginación o tu experiencia pueden hacer esta lista más exhaustiva?.

Eso por no hablar de los adulterios, sobre todo de ellas, en ciertas culturas aún no evolucionadas, u otros supuestos en que la civilización de turno ha establecido sus prohibiciones y crueles leyes represivas

Volviendo al estudio del ejemplar humano que metimos en el Laboratorio. Resulta  evidente que se guía por esas dos normas: quiero seguir viviendo y quiero gozar.

Juguemos ahora a garantizarle uno de los dos instintos y veremos que se vuelca en el otro. 

En efecto, si ve que tiene comida, vivienda, abrigo y cuidados, empleará su tiempo libre (libre porque no lo tiene que dedicar a ”lo otro”) para buscar placer, y si está sólo se masturbará y si acompañado se arrejuntará (buscando a otro ejemplar de su especie).

También ocurriría lo contrario. Si lo ponemos en condiciones de gozar fácilmente, pero no le damos formas de luchar para seguir vivo o sin dolor (el dolor es el sistema de alarma del instinto de conservación), entonces entrará en una situación de desesperación que anulará o amortiguará su deseo. Basta con recordar un dolor de muelas, ¿hay mejor inhibidor del deseo?    


Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.

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