viernes, 5 de agosto de 2016

LA GULA Y LA IGLESIA


La falta de recetas.

Siguen acumulándose las pruebas que hacen evidente el veredicto de que: "Algo debe tener el sexo cuando lo maldicen". Contraposición al  dicho de.... "Algo tiene el agua cuando la bendicen".

Y si verdad es que lo que tiene de especial el agua es ser fuente de vida, lo que tenga de especial el sexo para estar maldecido, perseguido y proscrito, tiene que ser algo esencial también. Pero ¿para quién?. Para quien ostenta el Poder, que ha encontrado en la represión sexual su mejor y casi única cadena para atar en corto a la Humanidad.

Reforzando esta tesis vemos que así cómo el placer de comer se ha desarrollado hasta alcanzar un sibaritismo exquisito, en cuestiones sexuales todo es furtivo.

La gula      

Si se coge como contrapunto otra de las prohibiciones de la Iglesia Católica (además de la Lujuria), y nos fijamos en el pecado que llaman “gula” ¿qué se aprecia?.

Que siendo ambos pecados de igual categoría, pecados capitales, resulta que mientras uno se practica sin trabas e incluso existen recetas para regodearse en él,  el otro sigue siendo algo que se hace en las catacumbas de la intimidad o de la mentira.

Mientras el placer de comer se valora e incluso se estimula desde los poderes, sin embargo, la lujuria es estigmatizada, marcada, vilipendiada y perseguida hasta las cuevas de la vergüenza.

No es que el sexo haya desaparecido, que no hay quien lo pare, es que se disfruta furtivamente o escasamente o avergonzadamente o enfermizamente.

Así como la gula se ha refinado y hay recetas, y las gentes se las pasan unas a otras para extender el disfrute de ese placer, y se trabaja e investiga en nuevos descubrimientos y combinaciones de sabores y existen templos para la gula y se hacen guías donde se recomienda al viajero el mejor lugar, para comer. Así como esto ocurre (qué decir de los catadores) respecto a la gula, cabe que se pregunte cualquier persona crítica : ¿y por qué sin embargo todo lo referente a la sexualidad se hace a escondidas o no se hace? ¿por qué, para ser más felices, no se pasan las mujeres a las mujeres, los hombres a los hombres, o entremezcladamente, unos a otras, todas a todos, recetas sobre el placer sexual?

Sí, se puede decir que cada vez hay más libros de cocina sexual, incluso programas de tele, consultorios telefónicos y páginas de consejos “ad hoc” en la prensa, pero lo que aquí se denuncia es que no existe la naturalidad, la frescura, la libertad de darse trucos sexuales para ser más felices sacando más placer del placer. Además, si se es observador, es fácil apreciar que esos mil consejos que ya afloran por doquier, lo son sólo para salvar parejas, para que pueda resistir  algo más una relación ya acabada.

Pero cabe en cabeza humana oír que alguien, en una reunión social, le diga a alguien: “¿Has probado con tres hombres a la vez? No te lo pierdas, y si pueden ser dos maduros y uno joven, ya, la locura”.

Los libros, las sex-shops, el mundo del porno, la prostitución, son como si la gente aprendiera la receta de la paella en la intimidad de la lectura privada, como si se fuera a comprar la merluza en secreto, como si se comiera a escondidas, o como si los cocineros y cocineras, la profesión más vieja del mundo, formaran parte de un entramado sórdido, semiclandestino, donde ese tipo de trabajadores no tuvieran seguridad social.

Que el sexo es algo maldito, en cualquier rincón civilizado del planeta, es evidente; como lo es que ello ha surgido desde que existe, en cada sociedad, un Poder que actúa sobre esa sociedad, por encima de ella, dominándola y explotándola.

Mientras la gente no se pongan, con naturalidad y la mejor de las intenciones, a darse recetas sobre sexo, es que el tema sigue siendo tabú, es que el asunto sigue estando prohibido. Salvo en los Templos de lo Permitido, que no hay olla a presión sin válvula de escape.

Los Templos de lo Permitido son: el sexo por amor, la prostitución, el sexo comprado, los canales de las minorías depravadas (cultura del porno, locales de intercambio y contactos, rincones de Internet, paraísos del turismo sexual,...), los chistes verdes o soeces, y las locuras aisladas de cuatro afortunados con cuatro afortunadas.

Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.


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