martes, 23 de agosto de 2016

Por un mismo idioma .


Por un mismo idioma .
       
Otro problema común (que tiene que ver con el Instinto de Supervivencia) es el de la comunicación. 

Para conseguirla plenamente  lo ideal es que todo el mundo use el mismo idioma. 

Sin embargo, y dentro de los  Mandamientos del Pensamiento Único, se encuentra la Humanidad con este acontecimiento en verdad chocante. 

Resulta que lo que es una fatalidad (que no todos los pueblos hablen la misma lengua) ahora está de moda considerarlo como un enriquecimiento cultural. Inaudito.

Que alguien aprecie la lengua que aprendió de sus padres es natural ¡porque es lo más cómodo del mundo! (no por otra cosa). 

Que uno quiera que la lengua que él habla la hablen el mayor número de personas, es también natural, y lo es también ¡porque así resulta todo más fácil!. Y más eficaz. 

Porque la eficacia del lenguaje está en que permita comunicarse ¡con el mayor número de seres posibles!.

Tener una lengua muerta, o porque ya no se use o porque la usen tan pocos que apenas presenta utilidad, no enriquece a nadie, y sí, más bien, es un inconveniente.

Esto está tan claro que cualquiera de los que cantan la gracia de que existan mil lenguas, dan por sentado que está mejor preparada (para la vida) la persona que conoce mayor número de idiomas. 

¿Y por qué? cabría preguntarles. 

Y ellos en su sabiduría responderán: “Porque cuántas más lenguas se dominen será mejor para encontrar trabajo, para relacionarse, para adquirir conocimientos, para estrechar lazos y sentimientos, en resumen para vivir”.

Fantástico. Pues entonces ¿no sería lo lógico que los Organismos Pertinentes elaboren un plan para que en 40 o 50 años toda la Humanidad hable un mismo idioma?.

 Las ventajas últimas serían innegables (absolutamente mejor para toda la Humanidad en cuanto a comunicación, proximidad afectiva y perspectivas) pero incluso  las ventajas iniciales saltan a la vista, al suponer eso la alfabetización de todas las gentes.

Mas, hay más, una vez conseguida esa lengua común a todos los humanos, se ahorrarían ingentes cantidades de energía, humana y física, al poder suprimir la enseñanza y aprendizaje de idiomas.
    
Convendría decir, como de las religiones, que ninguna lengua sería prohibida, pero su uso y mantenimiento no sería una carga de todos y sí únicamente el vicio de unos cuantos.


Del libro LA ESTAFA SEXUAL, de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.

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