martes, 3 de noviembre de 2015

EL EFECTO MAYORDOMO

EL EFECTO MAYORDOMO

Si a ustedes les parece bien, así podríamos llamar al fenómeno social, y por tanto político, que se está produciendo en la Europa Rica y que los medios de comunicación llaman "renacimiento del neofascismo".

Ya saben de lo que se habla. Del espectacular aumento en votos de los grupos de corte nazi o facha o xenófobo o racista o in-tolerante.

Bueno, pues para analizar el asunto vayámonos por ejemplo a una época prerrevolucionaria como la previa a la Revolución Francesa.

Se puede coger otro periodo, pero tal vez ese es el mejor, porque viviendo la nobleza aún en todo su esplendor,  es de suponer que el número de mayordomos era elevado.

Resulta que el mayordomo no es el conde, pero tampoco tiene que hacer las tareas del plebeyo, ni del criado.

Resulta que el palacio no es suyo pero vive en la zona noble. Resulta que no puede vivir sin trabajar pero su trabajo está bien y no es muy cansado aunque resulte a veces poco estimulante.

Todo eso le convierte en un ser protegido, es decir, está en una posición privilegiada.

Por otro lado se sabe que en esta vida la inmensa mayoría se limita a obedecer aquel consejo de la mama de: "Mira mi niño, tú a lo tuyo y no te metas en líos".

Es decir toda la energía vital, que al crecer busca por todos los rincones la felicidad o el goce robado o como se quiera decir, se va transformando y permutando en una apuesta diferente.

Tan diferente que casi es la contraria, y así nos encontramos con que las personas empiezan a buscar, como fin principal, la seguridad en vez de la felicidad.

El fenómeno no es fácilmente perceptible, porque no se trata de que la gente renuncie voluntariamente a ser dichosa, es que acaba confundiendo felicidad con seguridad.

Es decir le han dado “gato por liebre" y ni se ha enterado.

Llegamos así a la clase media.

Y nos encontramos (basta con mirarnos el ombligo) con que en ella la renuncia a lograr la felicidad y el volcarse en cuerpo y alma para lograr seguridad, se hace a costa de un gran desgarro vital. (Toda la vida luchando para tener más dinero y huir de la zona de inundaciones no vaya a ser que me coja la próxima).

Pero claro, el capitalista tiene que ser un sistema inseguro para poder perpetuarse, ya que de lo contrario no habría competitividad y por tanto trabajo a destajo para el del dinero, y eso lo intuye hasta el más ingenuo, aunque no lo diga, ni se lo diga a si mismo, para no romper el encantamiento.

Digamos que un sector de la clase media vive como el mayordomo del duque y aunque a veces le tenga que poner las zapatillas o llevar su bacinilla recién usada al escusado, no importa, porque a cambio ya no vive 
como los otros, que no han sabido salir de ser del servicio.

Así las cosas, aparecen los inmigrantes, unidos a una crisis no confesada (recuérdese la caída de las bolsas y tanta clase media trizada).

Surge entonces un temor, el de que su prosperidad (seguridad) se venga abajo, o por delincuencia de los llegados o porque estos se pongan a reivindicar derechos y se venga al fondo el fondo de inversiones.

Pasan así a odiar a los inmigrantes, que encima se parecen a esos proletarios que nos habían dicho que ya no existían.

Se vuelven las clases medias (en algunos de sus sectores, incluido, como no, el trabajador de cuello blanco), mas xenófobas que racistas.

"Fuera lo de fuera", es su grito. Y se portan como los mayordomos en las épocas de cambios, más conservadores que el propio vizconde.

Y van y fundan el Partido de los Mayordomos, para que todo siga igual.

Aunque para disimular dicen que se han perdido los valores, (¿los de la bolsa?).


Paco Molina. Publicado en La Opinión de Zamora

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