EL
EFECTO MAYORDOMO
Si a ustedes les
parece bien, así podríamos llamar al fenómeno social, y por tanto político, que
se está produciendo en la Europa Rica y que los medios de comunicación llaman
"renacimiento del neofascismo".
Ya saben de lo que
se habla. Del espectacular aumento en votos de los grupos de corte nazi o facha
o xenófobo o racista o in-tolerante.
Bueno, pues para
analizar el asunto vayámonos por ejemplo a una época prerrevolucionaria como la
previa a la Revolución Francesa.
Se puede coger otro
periodo, pero tal vez ese es el mejor, porque viviendo la nobleza aún en todo
su esplendor, es de suponer que el número
de mayordomos era elevado.
Resulta que el
mayordomo no es el conde, pero tampoco tiene que hacer las tareas del plebeyo,
ni del criado.
Resulta que el
palacio no es suyo pero vive en la zona noble. Resulta que no puede vivir sin
trabajar pero su trabajo está bien y no es muy cansado aunque resulte a veces
poco estimulante.
Todo eso le convierte
en un ser protegido, es decir, está en una posición privilegiada.
Por otro lado se
sabe que en esta vida la inmensa mayoría se limita a obedecer aquel consejo de
la mama de: "Mira mi niño, tú a lo tuyo y no te metas en líos".
Es decir toda la
energía vital, que al crecer busca por todos los rincones la felicidad o el
goce robado o como se quiera decir, se va transformando y permutando en una
apuesta diferente.
Tan diferente que
casi es la contraria, y así nos encontramos con que las personas empiezan a
buscar, como fin principal, la seguridad en vez de la felicidad.
El fenómeno no es fácilmente
perceptible, porque no se trata de que la gente renuncie voluntariamente a ser
dichosa, es que acaba confundiendo felicidad con seguridad.
Es decir le han dado
“gato por liebre" y ni se ha enterado.
Llegamos así a la
clase media.
Y nos encontramos
(basta con mirarnos el ombligo) con que en ella la renuncia a lograr la
felicidad y el volcarse en cuerpo y alma para lograr seguridad, se hace a costa
de un gran desgarro vital. (Toda la vida luchando para tener más dinero y huir
de la zona de inundaciones no vaya a ser que me coja la próxima).
Pero claro, el
capitalista tiene que ser un sistema inseguro para poder perpetuarse, ya que de
lo contrario no habría competitividad y por tanto trabajo a destajo para el del
dinero, y eso lo intuye hasta el más ingenuo, aunque no lo diga, ni se lo diga
a si mismo, para no romper el encantamiento.
Digamos que un
sector de la clase media vive como el mayordomo del duque y aunque a veces le
tenga que poner las zapatillas o llevar su bacinilla recién usada al escusado,
no importa, porque a cambio ya no vive
como los otros, que no han sabido salir
de ser del servicio.
Así las cosas,
aparecen los inmigrantes, unidos a una crisis no confesada (recuérdese la caída
de las bolsas y tanta clase media trizada).
Surge entonces un
temor, el de que su prosperidad (seguridad) se venga abajo, o por delincuencia
de los llegados o porque estos se pongan a reivindicar derechos y se venga al
fondo el fondo de inversiones.
Pasan así a odiar a
los inmigrantes, que encima se parecen a esos proletarios que nos habían dicho
que ya no existían.
Se vuelven las
clases medias (en algunos de sus sectores, incluido, como no, el trabajador de
cuello blanco), mas xenófobas que racistas.
"Fuera lo de
fuera", es su grito. Y se portan como los mayordomos en las épocas de cambios,
más conservadores que el propio vizconde.
Y van y fundan el
Partido de los Mayordomos, para que todo siga igual.
Aunque para
disimular dicen que se han perdido los valores, (¿los de la bolsa?).
Paco
Molina. Publicado en La Opinión de Zamora
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