lunes, 9 de noviembre de 2015

HERMANOS DOMÍNGUEZ, de MORALEJA del Vino

((El cuadro del fondo fue un regalo de los hermanos domínguez a IU de Zamora. Qué orgullo y qué adecuado))


            HERMANOS DOMINGUEZ,  MORALEJA

Los hermanos  Luis y Diego Domínguez Gonzalez han sido un verdadero faro de honestidad, valor, coherencia y ética en toda la zona de Moraleja del Vino y en todos los corazones de quienes les conocieron.

Eran unos rojos perdidos. Sus razones y sus razonamientos estaban fundamentados. Una base teórica sólida y bien construida les hizo resistir;  sin caer en las tentaciones que llevan a la rendición más o menos encubierta. A la rendición ante la injusticia.

            Dentro de esa línea de conducta combatieron en primera línea desde que tenían uso de razón y la usaban, hasta hace varios años. 

En esta última época, por discrepar con el rumbo que tomaba la nave de la revolución, para ellos imprescindible, su militancia se desarrolló en retaguardia donde seguían apoyando, ayudando o animando a quienes a ellos se acercaban. Coincidió todo esto también con su pérdida de fuerza física, producto de los años.

            Como un centauro que se impone dedicar su vida  “a galopar y a galopar hasta enterrarlos en el mar”, cuando uno de ellos murió,  el que quedó, Diego, vivió con el alma desgarrada.

            La última vez que lo vi, herido de muerte pero sin que ésta estuviera aún cercana, me comentó que todo estaba perdido, que era horroroso cómo se le habían entregado al enemigo- al capital- todas “las banderas rotas” -bellamente rotas- por tantos siglos de luchas, por tantos camaradas torturados,  por tantos obreros explotados, por tantas  madres amamantando con leche de lágrimas a sus hijos.

 “No hay nada que hacer Molina ¿Para qué ha servido mi vida?”. 

Le comenté mi  teoría de las murallas de Jericó. Como era culto recordaba que había que dar 70 veces 7 vueltas para que aquellas cayeran y poder entrar en la ciudad. 

“Mira amigo los que hemos elegido estar con los parias de la tierra tenemos que limitarnos a mantener la bandera roja dando vueltas a la muralla. Ocurre que no nos ha tocado dar, ni la primera vuelta, ni la última, que son las más gratificantes. Es más, ni siquiera sabemos por cual vamos. Pero resistir es vencer; aguantar hasta dar el relevo a los siguientes. y vosotros lo habéis hecho, es triunfar”. 

(Cosa distinta, añadí, es que en lo personal tengas esa impresión, pero esa la tiene todo el mundo porque “nos han robado la vida”, lo que García Calvo llama habernos convertido en “vivos que están muertos”).

“Lo veo todo políticamente muy mal- siguió- Esto es dificilísimo cambiarlo, por eso cuando veo que aquí en Zamora, lucháis porque se ponga bien una farola, o planten más arboles os admiro. Pero no hay nada que hacer Molina, dejadlos en paz, que destrocen la ciudad, qué más da; bonita o fea seguirán muriendo miles de niños de hambre en el mundo”. 

“Mira Diego, en esto de las vueltas a la muralla tal vez nos ha tocado una de las más anodinas, pero el conocer a gente como vosotros y a todos los demás compas, compensa de sobra. Y  la farola es la bandera roja que de momento nos toca llevar en esta vuelta, aquí y en la sociedad de la opulencia”.

Meses después murió y pasado otro tanto, sonó el teléfono. 

Los hermanos Domínguez de Moraleja del Vino nos habían dejado, a Izquierda Unida de Zamora (en la que nunca habían militado por no ser suficientemente roja) un cuadro (Diego era un verdadero artista). 

Es una copia, deliberadamente literal, en blanco y negro, del cuadro de Goya “Los fusilamientos”. Está colgado en la Sede Municipal. 

Lo estoy viendo. Los rostros de los personajes centrales, pueden ser por la expresión, los de Luis y Diego, y los de todos los sin nombre que miran espantados la muerte, preguntándose “¿He perdido?” pero plantándole cara en pie de lucha. 

Lo estoy viendo. Entre los personajes hay un puño comunista. No se si está en el original. Han ganado.

                                                                                  FRANCISCO  MOLINA. Publicado en La Opinión de Zamora el año 2004

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