LA
UNIDAD QUE TODO LO MIDE
Andan los científicos,
como locos, buscando teorías universales que de un solo golpe engloben y
expliquen todo y mira por donde ya la tienen delante de las narices.
En estos momentos y en esta sociedad que nos predican, ya existe
la unidad que sirve para medirlo todo: el dinero.
En pesetas, en dólares,
en euros, o en la moneda de turno, ya se puede medir todo: el honor, la
amistad, el amor, la solidaridad, el kilo de pescadilla, y, según dicen, la
dignidad.
(Todos queremos
cobrar un sueldo digno, decimos muy dignos).
Es tal el poder del
dinero que hasta la Iglesia Católica se ha rendido.
No, no se habla de
los negocios, ni de las riquezas del Vaticano, se trata de algo más teológico.
Sabido es que hace
unos meses, sin duda inspirados por algún sondeo realizado en el infierno y que
indicaba su pronta saturación, jefes católicos decidieron suprimir de «El Padre
Nuestro» lo de “perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a
nuestros deudores».
Todo un acierto y
todo un armisticio, o sea una rendición sin condiciones, ante el poder del
dinero.
Adecuada medida,
vive Dios, y precisamente por si vive; porque, sincerándose, pedir a Dios que
perdone «como nosotros perdonamos a nuestros deudores», era una verdadera burla,
blasfemia, herejía y cachondeo.
Aquí, en esta
sociedad «tan moderna>>, se puede perdonar de todo, un insulto, un
tortazo, una broma y hasta unos cuernos, pero... perdonar al deudor, al que nos
debe dinero ni hablar!
Entre otras cosas
porque lo que se perdona se perdona por dinero. Faltaría más.
Pero que no se
desmoralice nadie, la enfermedad del dinero existe desde que se les privo al
hombre y la mujer de su libertad animal.
A partir de ese
instante, viéndose sin libertad, el ser humano corre detrás de las pesetas y de
los euros pensando que dentro de ellas está aquella.
Por dinero, pueblo
tras pueblo, han conocido guerras, han visto morir a sus ciudadanos, para
colmar la ambición de los que en ellos mandaban.
La fiebre del oro no
es nueva (Judas, patrón de los tránsfugas), lo nuevo es que ya se busca con la
cara destapada y a «calzón quitao>>.
Como si alguien
hubiera gritado un “sálvese el que pueda”: Hoy la peseta (el euro) es la unidad
de todo.
Un ejemplo: En
Zamora, en la pasada legislatura local, el Presidente de la Diputación (PP) y
el alcalde de la villa (PSOE), apoyados por todos los diputados y concejales,
decidieron que tenían que ganar una peseta más que el funcionario de la
Diputación y el Ayuntamiento que mas ganaran, porque, sujétense, al ser ellos
(presidente y alcalde) la provincia y la ciudad (respectivamente y por
representación) sería un deshonor para los ciudadanos que sus ilustrísimas se
embolsaran menos que alguien que estaba a sus órdenes.
Moraleja: la peseta
(el euro) ha llegado, como se ve, a ser a la vez unidad de burla y de ridículo.
Pero no se me preocupen,
esto tiene arreglo. ¿Qué, cómo? Por mil euros se lo digo!
FRANCISCO
MOLINA* Profesor y escritor. Publicado en El Norte de Castilla el 8 de Junio de
1989
No hay comentarios:
Publicar un comentario