lunes, 2 de noviembre de 2015

EL RECTOR NORMALUCHO


EL RECTOR NORMALUCHO

El protocolo dice que al que más manda en una universidad deben, los demás mortales, llamarle Rector Magnífico, y de hecho, por modesto que sea, así consta en los escritos: Excelentísimo Rector Magnífico.

Se habla hoy de un rector (el de Salamanca) que a lo más casual es magnífico en otras cosas pero, por lo visto desde Zamora, hay que dejarlo en Excelentísimo Rector Normalucho.

En esta ciudad hay un Colegio Universitario donde se podían cursar los tres primeros años de las especialidades de Filología y de Geografía e Historia.

Como el número de estudiantes es escaso la Universidad decide, de acuerdo (?) con la Diputación, el Ayuntamiento y la Caja, todos de Zamora, que si no se matriculan en primero un mínimo de 20 alumnos/as por especialidad cierran ese curso (primero de Filología y primero de Historia).

Al margen de otras anomalías que huelen a chamusquina, resultó que el número de alumnos nuevos matriculados fue en una cosa de 19 y en la otra de 16.

A los que hay que sumar en algunas asignaturas los alumnos repetidores (14 en Filología y 4 en Historia), más aquellas personas que con otros estudios pasan a un curso de adaptación que no les exime de tener que hacer alguna de las asignaturas de primer curso (estos eran 17 y 13 respectivamente).

De todo ello se deduce que en varias asignaturas se pasaría a la cota de 20 y en las que no se pasara, la cifra quedaría tan cerca que no cabe duda de que quien si se pasó fue el rector, mandando cerrar.

Esa inflexibilidad antimatemática (hasta en las ciencias exactas las cosas difíciles se resuelven por aproximación) indican que el Excelentísimo Rector  esta duro de cintura (y de consejeros).

Y lo que es peor, no comprende que su cargo, por la importancia de sus decisiones, es político a la fuerza.

Porque resulta que Zamora va p`atrás como el cangrejo (magníficamente conducida por sus responsables electos que no aparecen en ningún sitio) y por tanto el suprimir cualquier cosa (aunque se tuviera razón) hay que estudiarlo concienzudamente.

No vale por tanto la justificación del rectorado de que para el año que viene se ha pedido que se instalen aquí los estudios de Obras Públicas, porque lo cierto es que así, en un plato de la balanza se ha puesto un hecho real y negativo (una supresión) y en el otro una promesa (algo no real).

Un rector magnífico hubiera esperado a que el pueblo pudiera juzgar entre dos realidades... salvo que no considere que también ese conjunto de ciudadanos es magnífico.

Añadir por otra parte, como ha dicho el Rector, que “no pensará Zamora salir de su postración/retraso gracias a los estudios universitarios, que eso solo se consigue con una fabrica”, es algo que se comenta solo.

Claro que siempre queda el recurso de poner una fábrica de rectores normaluchos que por lo que se aprecia también sirven ((¿pero a quien?).

Francisco Molina. Publicado en El Norte de Castilla el 6 de Noviembre de 1989

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