lunes, 2 de noviembre de 2015

INSUMISIÓN, AUTOINCULPACIÓN Y POLÍTICA

INSUMISIÓN, AUTOINCULPACIÓN Y POLÍTICA

Puede que no a todo el mundo le gustara que hubiese una campaña para difundir el uso, si se tercia, del preservativo.

Pero seguro que a todas y todos les gustó el anuncio, en que al descubrir el profesor un condón y preguntar, amenazante, de quien es, el grupo de chicas y chicos va respondiendo “mío”, “mío”,…

Eso es solidaridad, y siempre gusta, porque se trata de un gesto bello.

Bello y útil.

En el mundo "siempre" hubo guerras, y probablemente, puesto que ya ocurrieron, hay que aceptarlas como parte del pasado de la humanidad.

¡Del pasado!, y eso es lo importante.

Nada obliga a que el futuro también esté plagado de luchas armadas, de pueblos contra pueblos o de unos contra otros.

No, al revés, es de eso, que ya ocurrió, de lo que hay que aprender, para, si se consideró negativo, evitar su repetición

¿Acaso no existieron también las "pestes"? y sin embargo la civilización ha conseguido erradicarlas.

Pues la guerra es "una peste" y como tal hay que conseguir acabar con ella.

La medicina que hasta ahora ha surgido para combatir esa peste es el movimiento pacifista.

Medicina de momento imperfecta y de débil efecto, pero en auge constante.

En la medida que se apuesta por un: ¡la guerra bajo ningún concepto!, se pasa a desterrar esa peste de la violencia estructurada.

Siempre que en el género humano surgió un descubrimiento positivo fue perseguido, rechazado, anatemizado (Servet y la circulación de la sangre, Galileo y la rotación de la Tierra, Einstein y relatividad).

Eso es lo que ocurre ahora con el pacifismo.

Éste ha descubierto que la mejor manera de abolir  las guerras es que cada persona decida no luchar, no matar, no morir por conceptos.

¡Que los generales no tengan soldados!

Así de sencillo y así de difícil hoy, por estar en los comienzos.

Mañana será evidente lo que ahora para muchos resulta duro.

Los insumisos. Son los jóvenes (masculinos, que ellas se libran sin decir ni pío) que ahora "abren camino", a costa de su miedo, de su riesgo de cárcel, de perder su valentía a jirones en una lucha tremenda contra el poder (a quien le acompañan los hijos de la pasividad, las y los que aceptan que haya guerras, siempre que no les toquen  cerca o aumenten su bienestar).

Ser insumisos es delito y está prohibido y perseguido, hacer apología del mismo.

Pero la insumisión es una opción política: reclaman el derecho a no formar parte de un ejército y a no ser castigados por ello (servicio social sustitutorio, que así llaman al castigo), lo mismo que es opción política "no querer la monarquía", o si querer la independencia de Euskadi o la libertad sindical allí donde esté prohibida.

Los insumisos presos son presos políticos.

En torno a los insumisos, desertores y objetores, surgen las personas que se auto inculpan (dicen que ellas alientan esa rebeldía, que ellas dan cobijo a los peligrosos post adolescentes que no quieren "jugar a los soldaditos" y que estarán dispuestas a reincidir).

A la valentía de aquellos se une la de estos, que con solidaridad y empuje, convierten en resonancia y resonante, la fuerza de algo que no hay quien pare.

(¡Qué bueno sería que todas las chicas, al cumplir la edad en que a sus amigos, novios y hermanos, los llaman a filas —a ponerse en fila— pasaran, en largas colas por todos los juzgados a decirle al poder político: “si fuera hombre seria insumiso” —ser insumiso es cosa de hombres—).

La solidaridad de los auto inculpados produce la misma sensación bella que se mencionaba al comienzo de este escrito, añadiéndole el valor del riesgo de topar con un juez incomprensivo.

Pero la mili, aunque se quiera llamar “servicio militar”, los castigos, los delitos, casi todo, lo deciden (guste o no) los políticos... y aquí hay que decir algo (aunque no guste, porque suena muy descarado, pero es que es verdad).

Hoy por hoy es Izquierda Unida la fuerza que puede romper la cadena del militarismo y suprimir la mili.

En 1931 unas elecciones locales,  gracias a sus resultados,  dieron paso a una nueva forma de Estado (aunque no se ventilaba eso); hoy si triunfan las opciones belicistas, el pacifismo sufrirá un golpe (aunque no perderá más que unos años).

La papeleta de voto puede ser la mejor bandera blanca para poner ante las narices el poder.

La bandera blanca de la paz, no de la rendición porque esto se gana.


FRANCISCO MOLINA .Publicado en 1989 o 1990 tanto en La Opinión de Zamora como en El Correo de Zamora

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