INSUMISIÓN,
AUTOINCULPACIÓN Y POLÍTICA
Puede que no a todo
el mundo le gustara que hubiese una campaña para difundir el uso, si se tercia,
del preservativo.
Pero seguro que a
todas y todos les gustó el anuncio, en que al descubrir el profesor un condón y
preguntar, amenazante, de quien es, el grupo de chicas y chicos va respondiendo
“mío”, “mío”,…
Eso es solidaridad,
y siempre gusta, porque se trata de un gesto bello.
Bello y útil.
En el mundo
"siempre" hubo guerras, y probablemente, puesto que ya ocurrieron,
hay que aceptarlas como parte del pasado de la humanidad.
¡Del pasado!, y eso
es lo importante.
Nada obliga a que el
futuro también esté plagado de luchas armadas, de pueblos contra pueblos o de
unos contra otros.
No, al revés, es de
eso, que ya ocurrió, de lo que hay que aprender, para, si se consideró negativo,
evitar su repetición
¿Acaso no existieron
también las "pestes"? y sin embargo la civilización ha conseguido
erradicarlas.
Pues la guerra es
"una peste" y como tal hay que conseguir acabar con ella.
La medicina que
hasta ahora ha surgido para combatir esa peste es el movimiento pacifista.
Medicina de momento
imperfecta y de débil efecto, pero en auge constante.
En la medida que se
apuesta por un: ¡la guerra bajo ningún concepto!, se pasa a desterrar esa peste
de la violencia estructurada.
Siempre que en el género
humano surgió un descubrimiento positivo fue perseguido, rechazado, anatemizado
(Servet y la circulación de la sangre, Galileo y la rotación de la Tierra,
Einstein y relatividad).
Eso es lo que ocurre
ahora con el pacifismo.
Éste ha descubierto
que la mejor manera de abolir las
guerras es que cada persona decida no luchar, no matar, no morir por conceptos.
¡Que los generales no
tengan soldados!
Así de sencillo y así
de difícil hoy, por estar en los comienzos.
Mañana será evidente
lo que ahora para muchos resulta duro.
Los insumisos. Son
los jóvenes (masculinos, que ellas se libran sin decir ni pío) que ahora
"abren camino", a costa de su miedo, de su riesgo de cárcel, de perder
su valentía a jirones en una lucha tremenda contra el poder (a quien le acompañan
los hijos de la pasividad, las y los que aceptan que haya guerras, siempre que
no les toquen cerca o aumenten su bienestar).
Ser insumisos es
delito y está prohibido y perseguido, hacer apología del mismo.
Pero la insumisión
es una opción política: reclaman el derecho a no formar parte de un ejército y
a no ser castigados por ello (servicio social sustitutorio, que así llaman al
castigo), lo mismo que es opción política "no querer la monarquía", o
si querer la independencia de Euskadi o la libertad sindical allí donde esté
prohibida.
Los insumisos presos
son presos políticos.
En torno a los
insumisos, desertores y objetores, surgen las personas que se auto inculpan
(dicen que ellas alientan esa rebeldía, que ellas dan cobijo a los peligrosos post
adolescentes que no quieren "jugar a los soldaditos" y que estarán
dispuestas a reincidir).
A la valentía de
aquellos se une la de estos, que con solidaridad y empuje, convierten en resonancia
y resonante, la fuerza de algo que no hay quien pare.
(¡Qué bueno sería
que todas las chicas, al cumplir la edad en que a sus amigos, novios y hermanos,
los llaman a filas —a ponerse en fila— pasaran, en largas colas por todos los
juzgados a decirle al poder político: “si fuera hombre seria insumiso” —ser
insumiso es cosa de hombres—).
La solidaridad de
los auto inculpados produce la misma sensación bella que se mencionaba al comienzo
de este escrito, añadiéndole el valor del riesgo de topar con un juez
incomprensivo.
Pero la mili, aunque
se quiera llamar “servicio militar”, los castigos, los delitos, casi todo, lo
deciden (guste o no) los políticos... y aquí hay que decir algo (aunque no
guste, porque suena muy descarado, pero es que es verdad).
Hoy por hoy es
Izquierda Unida la fuerza que puede romper la cadena del militarismo y suprimir
la mili.
En 1931 unas
elecciones locales, gracias a sus
resultados, dieron paso a una nueva
forma de Estado (aunque no se ventilaba eso); hoy si triunfan las opciones
belicistas, el pacifismo sufrirá un golpe (aunque no perderá más que unos años).
La papeleta de voto
puede ser la mejor bandera blanca para poner ante las narices el poder.
La bandera blanca de
la paz, no de la rendición porque esto se gana.
FRANCISCO
MOLINA .Publicado en 1989 o 1990 tanto en La Opinión de Zamora como en El
Correo de Zamora
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