martes, 6 de octubre de 2015

AMORES COMPARTIDOS

AMORES COMPARTIDOS

Eso es lo que se desea desde aquí para la década que ya pisamos.

Algo así como estar en un valle no alejado del mar, algo así como que a lo lejos suene una campana y tan remota que le cueste un inmenso trabajo despertar al día.

Que además sea él quien primero abra los ojos y quien primero recuerde la hermosa noche de amor sin prisas, de besos sin límites, de abrazos sin fronteras.

Que a medida que siente llenarse su alma con oxígeno de ternura y dicha, busque, allí al lado, a su encantadora compañera y la vaya descubriendo, sin ropa, entre sábanas que la dejaron al aire.

Que con un cuidado especial, sólo roto por algún chirrido del somier, se incorpore el hombre e inclinándose de nuevo gire, delicado y lento, hacia el hombro desnudo y tentador de aquella mujer, y allí la bese, con suavidad de alas de mariposa, buscando que no se despierte aún la criatura que tantísimo ama.

Que ella, sin saber lo que pasa, y tal vez reclamada también por la canción de las campanas, abra los ojos.

Esos ojos tan bonitos, que tanto busca él porque le dan el alma de ella.

Que entonces descubra en oleadas de ternura, el cariño y la pasión de su amor, del amor que viven tanto.

Que mientras recibe los besos, aún suaves, porque empezaron suaves,  subiendo por su cuello, repita el nombre de él hasta que en el cerebro de los dos no haya otra sensación que la de un amor de fuego, bonito, bello, absoluto hasta donde no llega el límite.

Que él diga el nombre de ella y cogidos por la cintura, aún desnudos, siempre libres, atraviesen la puerta de aquella casa y pisen el campo.

Que avancen, sintiendo eso que no hay maldita forma de expresar, la felicidad.

Que al llegar a un bosque de robles se abracen y besen, y al caminar hasta un maizal se canten amor con canciones de ellos, y al bajar por el sendero rían, bromeen y cojan sus manos para no soltarlas hasta la playa.

Luego en ella y cuando el sol suba un poco para espiarlos mejor, hacer de sus cuerpos una pasión, rebozada en arena, salitre, besos y luz.

La luz de sus sonrisas.

Eso es lo que se desea desde aquí para la década que ya pisamos.

Para todos, amores compartidos. Para los niños, salud y juguetes.


Francisco Molina. Publicado en El Norte de Castilla el 5 de Enero de 1989

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