LA
BINARQUÍA
Si tenemos en cuenta
que la monarquía es el gobierno de uno y la anarquía el de ninguno, según
aquello de la etimología, el prefijo y el latín; se deduce que lo que hay en
España es una binarquía.
Se trata de una
binarquía porque en definitiva en España gobiernan dos, o dicho perfectamente,
hay dos reyes.
No se altere el
personal, que no se está diciendo que manda tanto la Reina como el Rey; tampoco
se está diciendo que Felipe González tenga ínfulas de monarca, como se ha
escrito por ahí.
Aquí sólo hablamos
de cosas serias. Es la propia Constitución española la que dice que la forma de
Estado de la patria es la binarquía.
No lo dice al pie de
la letra, pero a buen entender... Afirma la Constitución que el Jefe del Estado
es el Rey (va uno), y dice también de forma evidente que «el pueblo español es
soberano».
Como la sobriedad de
la Carta Magna impide suponer que en esa frase se insinúan tendencias a la
bebida en todo un mosaico de pueblos (por lo del «soberano/brandy»), dedúcese
que el término en cuestión se refiere a lo que está en el diccionario:
«soberano: que tiene o ejerce la autoridad suprema» (y van dos).
Es, pues, el Rey
soberano; es, pues, el Pueblo soberano, es pues España una binarquía.
Bueno, y qué.
Como que... y qué.
Pues que el pueblo debe ejercer de rey y, por ejemplo:
a) ¿Se deja un
soberano adivinar el pensamiento para que luego, conociendo de qué pie cojea,
resultar manejado por otros?
b) ¿Acepta un
soberano que le den como inevitable (con antelación) un acontecimiento
protagonizado por sus súbditos?
Pues eso, si el
pueblo es soberano, ¡a ejercer! Así que no debe tolerar que le adivinen el
pensamiento mediante encuestas que luego usan contra él.
(Edicto: Créese la
Coordinadora Espontánea Burla Sondeos para evitar que sepan más de mí que yo de
ellos. Firmado: El Pueblo soberano).
Y mucho menos debe
«tragar» que le digan que dentro de cincuenta días, en su finca, se van a
celebrar unas elecciones de las que ya se saben los resultados.
Pero, ¿qué es eso? A
santo de qué se le puede decir a un pueblo soberano que no puede corregir el
curso de su propia historia.
Ni hablar. Faltaría
más. El soberano (pueblo) debe recordarle a quien corresponda (y a quien descomponga)
que a él nadie le dice quién va a ganar unas elecciones, que eso lo decide él
mismo por su soberana voluntad, y aunque sólo sea por demostrar que se es rey
del propio destino hay que destrozar lo que dicen las encuestas y votar lo
inesperado.
Porque de lo
contrario en lo único que van a ser iguales el soberano Rey y el soberano
Pueblo, será en que lo mismo que don Juan Carlos no vota para ser neutral, el
pueblo termine también por no votar por sentirse neutral(izado).
FRANCISCO
MOLINA. Profesor y escritor. Publicado en El Norte de Castilla el 21 de
Septiembre de 1989
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