EL BIOMBO
No parece que se
esté en tiempo de lo que sigue, pero como puede ocurrir de un momento a otro,
ya que va y viene, hay que atacar el problema.
Recuérdese, problema
que no atacas problema que te ataca.
Se trata de eso que
se llama «derecho a la intimidad y al honor».
Menudo trajín nos
traemos con la intimidad y el honor; incluso se le da tanta importancia que más
bien parece que sin el citado derecho iba a ser imposible vivir, vamos como si
despojado cada uno de su intimidad y su honor no fuera posible dar pie con
bola.
Despojados de honor
e intimidades es como si los ciudadanos fueran privados de la ropa y tuvieran
que andar en sociedad desnudos.
Además ésta es una
cuestión nada discutida.
Porque en efecto se
trata de algo importante ya que, el derecho a la intimidad y el honor es ese
biombo detrás del cual se pueden hacer esas cosas que avergüenzan, ¡pero
imprescindibles!, a lo que se ve, por los siglos de los siglos, amén.
Entonces claro, se
pone la carne de gallina cuando se teme que nos quiten el biombo y aparezcamos
ante los demás tal cual somos.
Y en esto llegó la
«informatización de la información», que traducido al castellano significa que
los Centro de Poder, podrán llegar a tener de cada persona toda clase de datos,
por obra y gracia de la llamada tecnología punta (lo de los ordenadores,
vamos).
Claro, ello es grave
(se piensa), porque antes, sin los inventos de ahora, sólo existían las fichas
de los muy malos, pues no había tiempo para más (por mucha punta que tuviera el
lapicero del espía eso no era tecnología).
Pero hoy en día,
hasta un bendito como usted tiene una señora ficha.
Ante esta «amenaza»
la prensa advierte y avisa sobre la necesidad de una ley que garantice un uso
sin abuso de esas inmensas posibilidades que va a tener el Estado de «controlar»
al individuo.
Fatuo Estado si cree
que va a controlar al individuo y fatuo individuo si cree que podrá librarse
del Estado simplemente por no dejarse fichar o si consigue una ley que le
ampare ante dicho control.
No, no es esa la
fórmula, la manera de no ser controlado es evidentemente una ¡que nos descontrolemos!
Es decir que
voluntariamente se renuncia al biombo, que todos en vez de ocultar datos, o sea
pecados, los ofrezcamos y además generosamente.
Que se den y se
generen tantos datos que la memoria de los ordenadores estalle (según cuentan,
cuando un ordenador recibe en su memoria más datos de los que le caben se borra
todo lo que hasta entonces estaba retenido en ella).
Hay que perder el
miedo a nosotros mismos y hay que atiborrar a los ordenadores de tantísima
información que no haya en el mundo unidades de memoria suficientes para
almacenar esas numerosas cosas que nos avergüenzan pero que paradójicamente
todos tenemos en común: masturbaciones, cuernos, fantasías, traiciones,
cobardías, pornografías, fraudecitos a Hacienda, y en fin todo eso que llamamos
intimidad y que ocultamos por honor, o sea por cobardía.
francisco molina martínez. profesor y escritor. Publicado en el Norte de Castilla el 7 de Julio de 1989
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