CENA
SIN MATRIMONIOS
Francisco
Molina.
Publicado en El Norte de Castilla el 12 de Julio de 1989
Es de suponer que ya
está claro que la mujer y el hombre no son libres dado que no pueden ejercer su
principal esencia, ser animales; y todo
porque, como somos racionales, pues viva el espíritu y la razón, y.....
secreto, candado y represión para los instintos que nos subrayan como animales.
Ser animales no
significa ser bestias, por favor.
Ser bestias es un
lujo que no se pueden permitir ni las mismísimas bestias (al menos no todas),
ese es un lujo sorprendentemente humano (guerras, genocidios, asesinatos,
enfermedad del dinero...).
No, ser animales es
recordar que nos va la marcha y que la cabra tira al monte y las personas
«tiran»...... menos de lo que debieran.
En paralelo con todo
esto están las cenas de matrimonios, tan de moda hace unos años y hoy
desbancadas por las cenas sin matrimonios que se pasan a explicar.
Hace unos lustros y
aún en nuestros días, las parejas, oficialmente felices y lustrosas,
acostumbraban a «salir a cenar por ahí» con el fin primero de convivir, segundo
de lucir éxito y tercero de respirar aire nuevo.
Mas, hoy, estas
reuniones han perdido caché ante las cenas de (compañeras/compañeros) de
trabajo, consistentes en que el grupo de personas que coinciden durante el año
por culpa del curre deciden exorcizar la maléfica tarea y todos juntos salen a “romper
un plato”.
Estas orgías de
gula, (uno de los seis pecados capitales que no son más que tapadera del otro,
la lujuria) suelen coincidir con las Navidades, o comienzo de verano, o
jubilación de veterano u otras veleidades.
Bueno ¿y qué?
Pues que son actos,
como tantos otros, que buscan por un lado lo que disfrazan por otro.
Son reuniones de
garantizado éxito porque suelen estar cargadas de una alta tensión subterránea.
Subterránea porque
no se percibe o reconoce, tensión porque crea las posibilidades de romper, no
sólo la monotonía sino lo que es más vital, la monogamia, y alta porque casi
todos los y las presentes al llegar a casa han de pasar revista ante su
respectiva y oficial pareja.
Pero que nadie
prohíba estas salidas, son válvulas de escape que como todas las válvulas de escape que en el mundo han
sido, cuando debían funcionar no lo han hecho y ello simplemente porque tras
tantos años sin uso el tiempo las ha oxidado o enmohecido.
En esas cenas, en el
menú del día, hay un plato oculto de “emoción-a-la-insospechada”.
También es verdad
que casi nunca se acaba probando, pero el que esté en la carta produce la misma
sensación tensa de jugar a la lotería: la de que podía haber tocado.
En efecto, podría
haber tocado y en consecuencia haberse ganado ese afecto nuevo, o ese baile
excitante, o esa personalidad atrayente, o esa piel tan ardiente.
Normalmente ello
ocurre en menos de un «uno por ciento»; pero se sale siempre en busca de esa
cifra, en busca de la vida.
Por eso…... deben
ser cenas sin matrimonios, para que las alianzas no produzcan cortocircuitos...
salvo que tras las elecciones europeas nos sintamos daneses, que esa es otra.
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