domingo, 4 de octubre de 2015

ROPA INTERIOR

ROPA INTERIOR

Autor Francisco Molina Martínez. Profesor y escritor.

Publicado en El Norte de Castilla en 1989

Hoy, en plena jornada de reflexión, ¿qué mejor reflexión que aquella que se haga en torno a las prendas íntimas?

Lo única negativo de la ropa interior es que no sea exterior.

Si tendrá fuerza y arrebato la ropa intima que ni las tiendas especializadas se atreven a mezclar ropa interior femenina con ropa interior masculina.

Como si hubiera un convencimiento de que saltarían chispas y ardería la corsetería, la lencería e incluso la civilización.

Desde la época de la faja de ballenas (no es un insulto) y los calzoncillos con suspensorio (¡los hombres también usan sujetadores!) hasta nuestros días, la ropa privada ha roto la barrera de la decencia y, ya se puede decir, es sugestivamente turbadora

(turbador: dícese de aquello que hace poner a uno como un turbo).

La misión de la ropa interior es como la del fuego, consumirse en sí misma.

Su éxito consiste en ser tan atrayente y sugestiva que dure lo menos posible sobre el cuerpo que la porte.

La ropa interior para mujer está más perfeccionada que la del macho.

Posiblemente porque el interior de la mujer sea más extenso que el del hombre, tiene más que cubrir porque tiene más que compartir.

El varón también defendía su intimidad en dos zonas, el sexo y el seso, pero ya mucho antes de que algunas damas abandonaran el sostén ellos habían abandonado también la prenda íntima superior, la boina, y han dejado al descubierto..... el vacío, por lo que el paso, pasó desapercibido.

La «vergüenza» que tapaba el hombre por arriba ni siquiera merecía la pena.

La pena del hombre está en que casi nunca es visto como hombre-objeto (la rabia de la mujer es que es observada casi siempre como mujer-objeto), cuando realmente al hombre le pide el cuerpo (claro) ser tratado más como un hombre-objeto y menos como un sujeto.

Tal vez por esta maldición cultural, la ropa interior de hombre todavía no ha llegado, en las cantidades industriales que corresponden, a ser tan privadísima como la de las damas.

Porque la prenda íntima es eso, la puerta que da paso al secreto.

Que una mujer regale calzoncillos a un hombre es subrayar una pasión.

Que un hombre penetre en una lencería (¿lencería viene de lancero?), elija a su gusto y obsequie a su pareja con lo escogido, es uno de esos rasgos que definen con trazo vigoroso y fuerte un carácter perturbador.

La fuerza de la ropa interior es tal que, si una pareja quiere salvar su amor deben dejar, las bragas y los calzoncillos del día, juntos por la noche, en la misma silla, para que mientras la dueña y el dueño duermen, allí al lado siga el sueño.


No hay comentarios:

Publicar un comentario