CAPRICHOS
DE REINA
Que una ciudad tenga
cosas típicas es bastante típico.
Ocurre que lo típico
de un lugar no suele ser exclusivo de él.
En Zamora pueden ser
típicas las sopas de ajo, el arroz a la zamorana y los rebojos de la tierra,
entre otras cosas.... pero no es sólo «aquí» donde se hacen las sopas, el arroz
y los bollos.
Sin embargo, en esta
ciudad sí había algo exclusivamente suyo: «Los caprichos de reina...».
Había unos hermanos
(o una familia), a lo que se ve muy trabajadores, que a base de vender “golosinas
y similares”, pasaron de «comerciantes a la intemperie», a comerciantes con
comercio, comerciantes con fábrica, comerciantes con industria, comerciantes
con imperio y ahora, en semirretiro (salvo error muy probable en el juicio),
empresarios de postín.
En ese «diseño
curricular base» hay que advertir que en algún feliz momento inventaron unos
dulces o pasteles o bombones o tocinillos o golosas sorpresas, de tamaño ideal,
que encima bautizaron con el nombre de «caprichos de reina».
Un acierto. Estos
«bocados de gula» sólo se fabricaban y hacían aquí, en Zamora, en una empresa
de nombre «Reglero».
Era un parto
cultural, hijo de la civilización viriatuda, que con el paso de los siglos
podría haber sido un símbolo especial de vender-Zamora,
¿Qué ocurrió? Los
padres del invento o los dueños de la patente o lo que sea, se hicieron tan
ricos que pasaron de ser pasteleros a «pastelear» por la ciudad con su
económicamente adquirido poder.
Metidos en estas
lides llegó la multinacional de turno (o la nacional-múltiple, ¡qué más da!) y
compró la empresa, tras tentarles con suculenta oferta.
Como no caer en las
tentaciones es cosa de santos, éstos, aunque buenos creyentes, cayeron.
Estaban en su
derecho y si les apetecía, hicieron bien.
Pero ahora, los
ejecutivos agresivos, convertidos en «regleros-con-regla» van a dar en los
nudillos a la parte del negocio que no sea chollo.
Consecuencia: dejan
de fabricar «caprichos de reina».
Claro, éstos, como
todo capricho, por definición caducan demasiado pronto y por ello tal vez los
han eliminado de la producción.
Conste que no se
escribe esto por hambre, pero... ¿acaso no se dan ayudas para mantener
monumentos, pergaminos, estudios y demás cosas «puramente de aquí»?, pues que
se estudie cómo mantener la creación de «caprichos de reina».
Sugerencia: Como no
se trata de forrar con subvenciones a los que ya lo están, que se den vales (la
delicia es cara) a jubiladas y jubilados para que le hinquen el diente a un
buen «capricho de reina».
Tal vez lo escrito
no encaje, pero... ¿por qué van a tener caprichos sólo las reinas?
Francisco
Molina. Publicado en El Norte de Castilla de 1990.
NOTA.
Actualmente, “El Esquiador” (copiando el logotipo del negocio familiar), una confitería, llevado por un descendiente de los Señores Reglero, vuelve a vender aquellos caprichos
originales en Zamora. En la Avda. de Portugal creo se llama ese tramo de calle.
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