LOS
CELOS DE PUNTA
Parece que los celos
existen (hay quienes viperinamente añadirían que existen, sí, pero porque
existe la infidelidad; contraviniendo a esos otros que dicen que no es
necesaria ésta para que se dé la amargura de la duda).
Como lo que existe
hay que analizarlo, curiosearlo, desmenuzarlo, los más sabios han concluido en
que ese sentimiento no es más que un signo de inseguridad.
Ocurre que hecha así
la afirmación (como la hacen) la frase o el diagnóstico parece que pretende
conseguir un efecto parecido a esa otra expresión archifamosa de «Uhy! que niño
más callado, ¿a que te ha comido la lengua el gato?» con la que se pretende que
la criaturita díscola y combativa ciaga en la trampa de demostrar que «no le
han comido la lengua» (afortunadamente ningún infante es tan infante).
Pues eso parece
buscar lo de que los celos son un síntoma de inseguridad, que la gente los
supere para dárselas de “seguros de si mismos”.
Ser celoso es un
signo de inseguridad, vale.
Pero ¿acaso se puede
no ser inseguro?
O dicho con una
«larga cambiada», ¿puede uno sentirse seguro en cuestión de amores?
Para nos, que no.
Tomemos a una pareja
A y B. Los dos, por ser animales (somos animales gracias a Dios y a mucha
honra), tienen una llamada natural hacia una numerosa y variada cantidad de
«apareamientos».
Es decir, los
individuos de la especie humana, por instinto, buscan (y buscarían más si
pudieran) comuniones de cuerpo (y alma si hay suerte).
Pero la
«civilización» invita (burdeles aparte) a buscar sólo comuniones de almas (y
cuerpo, en la trastienda del amor).
La cultura ha creado
normas de conducta e incluso «regalos de amor», como la fidelidad, que van
contra natura.
Imagínense que A se
queda en casa y B se mueve.
Los dos están
perdidamente enamorados, se han jurado fidelidad e incluso «no les pide otra
cosa el cuerpo».
Así pues B viaja
dispuesto a homenajear a su amor y serle fiel... mas para ello ha de reprimir
sus instintos (si se quiere, bajos).
Es decir sale al
ruedo de la vida controlando sus fuerzas interiores que le ordenan: “si tienes
ganas busca, si tienes curiosidad curiosea, si te sientes atraído déjate llevar”,
etcétera.
Mientras, A se ha
quedado con las mismas tentaciones, no presentes pero latentes, al acecho y que
navegan a favor de corriente (la libertad animal).
Como A está
aislado/a se limita a pensar en B.
B ha decidido ser
fiel..., su amor le permite vencerlo todo.
En esto aparece el
resto del abecedario, que son personas no todas encapsuladas (en atmósferas de
amor); entonces esos seres, hombres y mujeres, van a actuar naturalmente,
libremente, encantadoramente (buscan atraer).
Esto va a originar
que sobre B no solamente actúe una .fuerza proinfidelidad interior (que él
había logrado reprimir por amor) sino que van a actuar desde fuera dos, veinte,
cien fuerzas exteriores que le llaman, le reclaman y le "aturden para que
se deje arrastrar «a favor de natura».
B puede vencer (tras
luchar) o puede ceder, qué más da.
Lo lógico es que A
se sienta insegura/o pues debe saber que no está luchando contra el egoísmo del
otro sino contra toda la madre naturaleza.
Por tanto debería educar
para que no existiesen celos ya que éstos han sido un mal invento de la
Humanidad, que no resuelve nada y hace sufrir todo.
FRANCISCO
MOLINA MARTÍNEZ . Publicado en El Norte de Castilla el 23 de Febrero de 1990
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