DEVALUACIÓN
CONTINUA
Si Mayo es el mes de
las flores para los románticos, para los estudiantes es, no cabe duda, el mes
de las calabazas, o al menos aquel en el que se fraguan.
Así que hablemos de
la enseñanza que lo pide el cuerpo (social).
«Todo plan de
estudios tiene una cosa buena y otra mala. La mala es que acaba siendo peor que
el anterior y la buena es que resultará mejor que el siguiente”
El Plan de Estudios
que ahora sufren (¿existe mejor palabra?) los escolares en mayor a menor grado
nació en 1970.
Consistió en hacer
la enseñanza obligatoria hasta los 14 años (EGB) y en ofrecer dos caminos a
quien quiera seguir (FO o BUP).
Eso fue lo distinto
al plan anterior (lo demás palabrería).
Pero lo chocante (de
shock, choque, sacudida) fue lo que se llamó “evaluación continua”.
Consistía el invento
en que así se suprimían los exámenes y el profesor «juzgaba a ojo» al alumno a
lo largo del curso, mediante la observación de su progresión, dedicación y
consecución de objetivos.
Se convertía de esta manera la evaluación continua
en la frase mágica, en el «Ábrete sésamo», que permitiría el paso a las aulas
del paraíso.
Todas las familias
saben hoy si ya no hay exámenes, o pruebas o controles (en esto de la enseñanza
hay como un ensañamiento en cambiar el nombre de las cosas, véase sino la
nomenclatura de la reforma que viene).
Exámenes sigue
habiendo y ¡menos mal que los hay!, porque de lo contrario tal y como están las
cosas el “fracaso escolar” de ahora, por comparación, habría que
considerarlo un «triunfo escolar» frente a lo que ocurriría sin exámenes.
Sí, sí, como se oye.
Si actualmente no
hubiera para la alumna o el alumno la posibilidad de salvar el tipo en una
antipática prueba, muchos de los que al final aprueban tendrían que ser suspendidos
por evaluación continua.
Y es que la historia
se escribe así:
Cualquier alumno
está, por culpa del sistema, sometido a la atención de demasiadas asignaturas;
encima cada una de ellas está sobrecargada de temas y para colmo, al “sujeto
paciente” se le tiene sujeto y paciente, atado a una silla, excesivo número de horas.
Claro, ante esta
situación no hay guapa, ni guapo, que
vaya al día, es decir que controle en cada jornada lo que le están explicando.
Consecuencia, como
pierde el ritmo, llega cada vez a más clases «sin saber por dónde se anda», con
lo que si se le juzgara todos los días (evaluación continua) tendría que ser
condenado vez tras vez.
El fracaso escolar se
tiene que definir como lo contrario a lo que se desea.
No hay fracaso
escolar cuando, primero se aprueba y segundo se aprende (sí, en ese orden; para
qué nos vamos a engañar).
Pero al pretender
llenar la cabeza de los estudiantes de tantos y tan variados conocimientos
resulta que en vez de darles la alegría del saber los arroñamos (los hundimos),
produciéndoles el sinsabor del fracaso y su consecuencia el pasotismo.
Estudian poco en
defensa propia (la naturaleza es sabia y esquiva lo imposible).
Ahora surge una
Reforma de las Enseñanzas, pero nadie ha hablado del espíritu de tal cambio.
Si no se les reduce
a los estudiantes el número de horas de clase, el número de asignaturas y los
temas de cada una, riámonos de lo que viene, que será lo de siempre pero
afectando a más gente (por ser los estudios obligatorios hasta los 16 años)
Por cierto, ¿no es
elemental que la enseñanza obligatoria tiene que ser asequible a todos pues no
hay ningún derecho a obligar a nadie a enfrentarse a sus incapacidades?.
Temor a que todo
siga como está hay, y se basa en que se van a cambiar muchas cosas de nombre, síntoma
tradicional de que lo esencial seguirá igual.
También se habla
mucho de reciclaje y perfeccionamiento del profesorado.
Posiblemente se
tratará de sesiones continuas de lavados de cerebro, porque desde luego el
profesor y su preparación nada tienen que ver con el fracaso escolar, y sí más
bien al contrario, el dedicado a la enseñanza al final se ve
sobrado-de-conocimientos porque «no le sigue nadie»...
España es uno de los
pocos países que no cuenta con centros especiales para niños superdotados. La
explicación es sencilla, aquí, a todos los niños los tratamos como a
superdotados.
FRANCISCO
MOLINA MARTÍNEZ. Profesor y escritor. Publicado en El Norte de Castilla el 17
de Mayo de 1989
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