NO
SE ME RAJEN “COMPAS”
Ha sido bueno que
haya sido en Carnaval porque así se ve más claro que la democracia puede ser,
todavía, una mascarada electoral.
En Nicaragua el
pueblo ha elegido libremente (democracia) entre dos opciones que le puso otro
país (EE.UU.) diciéndole, por activa y por pasiva, si votáis el proyecto
sandinista seguiremos matándoos (con la «contra»), arruinándoos económicamente
(con el bloqueo) e impediremos que como pueblo elijáis vuestro destino (con
continuas acusaciones falsas).
El 41 por ciento de
los votantes aceptó el desafío y como «gallos ennavajados» pusieron sus caras,
sus pechos y sus sonrisas cara al agresor, cara al viento de la dignidad.
Dispuestos a
resistir y a vencer se dijeron unos a otras, otras a unos, «no se me rajen, compas».
Y ahí estuvieron,
metiendo con furia su papeleta en la urna.
Pero el ser humano
no tiene por qué ser héroe, o al menos no tiene obligación de serlo
eternamente; por ello tal vez un buen porcentaje de «nicas», agobiados por la
sangre de esas gentes que ya han visto morir (con balas envueltas en dólares
norteamericanos), agobiados por la tensión del miedo, de la incertidumbre y el
dolor, optaron «libremente» por ese voto de «está bien, vamos a hacer lo que
queráis, pero por favor dejadnos desayunar sin olor a pólvora y a dolor».
Ver esto así,
después de ocurrido, no tiene ni mérito, ni utilidad, salvo para recordar cómo
detrás de tanto voto libre hay una mascarada, ya que antes se ha sufrido un
chantaje que impide elegir lo que en y con una existencia pacífica se elegiría.
Pero aun así, lo de
Nicaragua va a ser semilla de mujeres y hombres que se van a levantar de ese
sillón de escepticismo y sabiduría en que estaban, van a dejar el güiski de
autosuficiencia y pasotismo, y van a ponerse a trabajar por un mundo con más
gentes al «estilo sandinista».
Los sandinistas se
batieron el cobre contra una dictadura (hija de EE.UU., como la opción que ahora
ganó), encabezando al pueblo nicaragüense; juntos todos, vencieron.
Fue una victoria
generosa que abolió la pena de muerte, su camino era hermoso.
En seguida, los
poderosos, buscaron teñirlo de cuerpos muertos y hambre.
En el 84 celebran
elecciones libres. Antes de ellas los partidos conservadores se negaron a
participar y, claro, perdieron.
Así, siguiendo el
plan del país-del-capital, podían ser acusados los sandinistas de mantener una
dictadura.
No cometieron
errores los hombres de Sandino, ni los cometió el enemigo de los cambios, pero
una vez más, en la vida ganó el fuerte, el grande, el que todo lo puede.
Por eso las lágrimas
de «los compas», en el acto en que reconocían la derrota, eran bellas.
No era el llanto por
la pérdida de unos sillones, era esa catarata de sentimiento que provoca la
rabia de ver que por noble, razonable y bello que sea lo que defiendes, en la
vida sigue triunfando el más fuerte de cada diez veces, nueve.
Pero por esa pequeña
grieta entra luz, así que no se me rajen, «compas».
FRANCISCO
MOLINA. Publicado en El Norte de Castilla el 5 de Marzo de 1990
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