PESADILLAS
NUCLEARES
En los «Arribes del
Duero», al lado de la provincia de Zamora, aunque en la de Salamanca, quisieron
los del poder Ejecutivo (el Gobierno) que se instalara un cementerio nuclear
(en el eufemismo engaña-gentes de turno se le llamaba laboratorio).
Ese golpe se
consiguió parar o esquivar en primera instancia por la reacción de los pueblos
de estas tierras y por la de los jefes de las otras (Portugal).
Pero ahora hay
indicios de que el golpe fue más esquivado que parado, ya que vuelven a la carga,
como se puede apreciar por deducción, si se analizan los estudios que dicen han
realizado «los expertos».
Uno de los
gravísimos problemas de las centrales nucleares está en que la humanidad no
sabe cómo deshacerse de la basura que producen, siendo ésta, los residuos
radiactivos, de gran peligro, y problema eterno (eterno porque su posibilidad
de producir, por ejemplo, cáncer y malformaciones persiste durante miles de
años).
Además de esa ignorancia (la de no ser capaces
de resolver el problema de la porquería radiactiva) existe otra, pero ésta es
una ignorancia-interesada, consistente en que los pro-nucleares que viven del
negocio en vez de reconocer su impotencia para encontrar una solución al
peligro-de-la-herencia-que-dejan-sus-centrales, disfrazan las soluciones de
«menos malas» (o más adecuadas entre lo
malo).
Con ese criterio han
estudiado cuatro formas de deshacerse de la bomba-nuclear-lenta que supone la
constante y creciente acumulación de desechos-de-muerte:
Una es enterrarlos
bajo los hielos del polo, otra enterrarlos en zonas salinas, o hacerlo en
región granítica o, la última, llevarla a países que desahuciados por un lado y
gobernados por sátrapas por otro, aceptan «prostituir» su lugares de vida
convirtiéndolos, por dinero, en «lugares de muerte».
Criterios
De estas cuatro
apuestas hechas en la ruleta de las calaveras (en realidad ninguna garantiza
nada y menos el éxito), se han descartado las dos primeras.
Resulta así que, o bien
las exportarán, cuestión cada vez más dificil, pues los tercermundistas cada
día se chupan menos el dedo, o bien resuelven enterrar esas demenciales sobras
en zonas de carácter granítico.
¿Sólo va a ser ese
el criterio? No, pues ello podría suponer, por ejemplo, llevar la indignación y
la enfermedad a regiones muy pobladas.
No, claro, no es ese
el único criterio; van a buscar —lo han dicho— una segunda característica: el
lugar debe estar enclavado en comarcas poblacionalmente semidesérticas.
Ante ese retrato
robot del «sitio idóneo» para colocar un cementerio de residuos radiactivos; en
Zamora se han vuelto a poner los pelos de punta, porque claro, se ve venir al
toro-de-la-incertidumbre bufando por los cuatro costados.
Hay que enterrar la
porquería en suelo propio, dicen los mandamases. (Cosa lógica, pues cada uno
debe apechugar con sus propios excrementos).
¿Y dónde? Pues si no
se dejan los países pobres búsquese en el propio algo que presente los rasgos
del tercermundismo.
Sin
futuro
Esos lugares se
detectan porque presentan menos nivel de vida que los demás, no tienen gran
futuro (sobre todo si no se les ayuda) y su tasa de emigración supera a la de
inmigración.
Aquí, por Sayago,
hay granito en rama, nivel de vida impropio y cada vez menos habitantes, si a
ello se une la falta de ayuda al territorio. ¡Premio! (tendría gracia que la no
devolución gratuita del cuartel tuviera como fin impedir el resurgimiento de la
provincia en su sur-oeste).
Elegido el lugar se
dará luego el último toque para tratar a las gentes como se trata al resto del
mundo no rico, tentándolas con dinero.
Suele dar resultado,
pues a buen hambre no hay pan duro.
Lo que ocurre es que
las gentes cambian y a lo más casual alguien se encuentra con la horma de su
zapato.
FRANCISCO
MOLINA. Publicado en El Norte de Castilla el 16 de Octubre de 1990
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