EL
ÚLTIMO MONO
En la enseñanza el
último mono es el alumno.
Significa eso que
las cosas que hace el Ministerio del ramo, cuyo fin primordial debía ser el
estudiante/cliente, pasan antes por tantos avatares, tantos filtros de
tacañería y tantos sinsentidos que en definitiva todo apunta a que el alumno/a
es como un ingrediente más (incluso de tipo del material) en el trato y en el
tratamiento.
Pero un ingrediente
más al que se mira después de todos los demás.
No es que esto se
haga por malicia o perversión de las autoridades competentes, es simplemente
que «el fin» (hay que enseñarles y lo mejor posible) es eclipsado por otra
razón más suprema (para ellos) «hay que ahorrar todo lo que se pueda».
Repásense hechos que
pueden confirmar esas apariencias.
Se toma una provincia
ni muy chi ni muy cha, por ejemplo Zamora. Y el comienzo del curso actual.
Va
de interinos.
Estos profesores no
fijos obtuvieron, gracias a algunas centrales sindicales, estabilidad por tres años.
Entonces les dijeron que indicaran la provincia donde les gustaría trabajar por
si era posible complacerles. Varios de los que trabajaron por aquí solicitaron
seguir en la zona; sólo podía impedírselo que su asignatura y plaza del curso
anterior fuera cubierta por un titular u otro interino con superiores derechos.
Pues bien, una
docena de personas fueron -por error del ordenador (ahora ya no hay culpables,
hay ordenadores)- enviados a otros lugares mientras sus antiguos alumnos se
quedaban sin profesor en algunos casos.
Ante esto el MEC
reconoce su error, pero (a pasmarse) como dice que fueron muchas sus meteduras
de pata considera que es preferible «no meneallo» (;La primera en la frente!).
Puestas así las
cosas se opta por «reclamar» a esas personas a las Direcciones Provinciales
donde fueron «mal-destinadas»; y la respuesta resulta ser de «mercado persa»:
si la asignatura era de las que tienen sobreabundancia de profesores, bueno, se
cedió más o menos; pero si era de esas en que, no se sabe por qué escasean los
profesionales, entonces, como cuando las antiguas tribus raptaban a las féminas
del poblado vecino, los jefes de educación provinciales y correspondientes han
gritado un «santa Rita, Rita, Rita, lo que se da ya no lo suelto», y en defensa
de su territorio no han accedido a resolver un problema muy humano -hay ahora
personas que trabajan lejos de «sus vidas» sin ningún motivo que lo justifique.
Al no haber apenas
profesorado de ese tipo (informática, tecnología técnico-alimentaria,...) esas
provincias -por error- sí han podido atender a sus alumnos y ésta -por el mismo
error-, está sin poderles dar clase.
Quedan pues chicas y
chicos desatendidos por un lado y por otro los que sí lo están (de chiripa) van
a contar con unos docentes «sin entusiasmo y desconcertados» por el extraño
trato recibido.
Va
de genios.
Desde Madrid y en
cómodos despachos deciden con cuántos profesores se pueden cubrir las
necesidades educativas por acá.
Ese número lo llaman
«el cupo» y de ahí no se puede pasar.
Primer disparate
respecto al alumno como indican las múltiples realidades.
Por error (¿les suena
la frase?) en enseñanzas medias han enviado más profesores de letras de los
pedidos.
Como los de letras
más los de ciencias han de sumar un número fijo (el cupo) resulta que de los
últimos envían menos de los necesarios.
Consecuentemente,
hay docentes a los que se les hace dar un potpurri de materias cual si de unos
nobeles se tratara (el ejemplar ejemplo del curso actual imparte Filosofía,
Formación Humanística, Lengua, Informática y Geografía/Historia).
¿Puede ser eso bueno
para el alumnado?
Va
de sorteos
Desde hace dos cursos
los alumnos pueden recibir horas de profundización y repaso. Pero... ¿todos los
alumnos que las quieren?
No, sólo si hay
profesores que para completar horario necesitan esas horas; dicho al revés no
es una oferta garantizada al cliente.
Se podía seguir con los profesores/as que habiendo aprobado
las oposiciones llegan a estar más de diez años sin destino definitivo porque
no se crean plazas que a todas luces existen; pero seguir la crítica ya seria
crueldad.
FRANCISCO
MOLINA. Publicado en El Norte de Castilla el 5 de Noviembre de 1990
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