jueves, 8 de octubre de 2015

UN DÍA COMUNERO

UN DÍA COMUNERO

“El buey no es de donde nace sino de donde pace”

Sirva esto para definir a los castellano-leoneses (los que vivimos aquí).

Pero perfilemos la definición y dibujemos nuestro propio perfil. Tenemos un aspecto positivo: Somos un pueblo internacionalista (no vivimos de forma histérica nuestra idea de pueblo).

Somos internacionalistas (más que nacionalistas) tal vez por herencia histórica.

La falta de fronteras naturales claras o tan lejanas que no se perciben, no nos forjó en una piña de familias, tribus o pueblos que se sintieran claramente diferenciados.

La separación de las naciones, instintivamente, nos parece artificial. 

Nuestros cromosomas no saben hacer mapas con la regla y el compás_

Somos internacionalistas porque por encima de nuestras tierras han pasado tantos pueblos y ha sido derramado tanto semen que si algo no tenemos es pureza en la sangre.

Somos internacionalistas como el adobe, que aún hoy, como aquí, también existe en África, Asia, América Latina...

Pero este estilo, esta forma de ser, en estos tiempos internacionalmente insolidarios (la conciencia de clase no ha conseguido transformarse en solidaridad y cada país va a lo suyo en el reino de la economía) es perjudicial para nosotros.

Hoy conviene arraigar y fomentar en nuestras gentes la conciencia de pueblo, y ello para afrontar, no etapas de sentimentalismos sino para preparar una defensa económica de nuestra región.

Hasta ahora no tenemos conciencia de pueblo en positivo. Sabemos que somos castellano-leoneses porque consideramos a los catalanes tacaños, a los gallegos falsos, a los vascos brutos, a los andaluces fuleros, etcétera, y así hasta a los chinos de quienes decimos que son fáciles de engañar.

Descalificamos a todos los pueblos y como nos callamos respecto a nosotros, ¡zas!, deducimos que somos perfectos y a vivir que son dos días.

Así nos sentimos pueblo.

Pero eso es ser pueblo por exclusión, sin orgullo de serio. sin sentirlo.

Tenemos que ser pueblo porque vivimos juntos, vivimos cerca, nos entendemos medianamente bien, y porque además, nos es necesario, nos es económicamente necesario.

Tenemos que ser pueblo en defensa propia.

Por ello, por no fomentar nuestra conciencia de pueblo, hay que acusar a la Junta de Castilla y León de ceguera histórica (esperemos que no ceguera con venda interesada) al desnaturalizar la fiesta de nuestra Autonomía haciéndola girar como un tío-vivo provincia por provincia.

Justo hay que hacer lo contrario.

La fiesta nos debe convocar siempre en el mismo lugar. Y debe ser  en Villalar, ¡porque allí se perdió una bella batalla!, y allí, en el suelo, quedó una antorcha aún útil.

La antorcha de los comuneros.

Que nadie se deje acorralar por academicismos.

Los nobles, la aristocracia de la época, calificaba a los comuneros como maldita secta de la libertad.

La revuelta comunera unió a artesanos, burgueses y pueblo llano junto con algunos nobles-nobles, contra la insaciabilidad de un imperio y la corrupción de los representantes en Cortes que se vendían al mejor postor, amén de otros asuntos derivados (impuestos. guerra, etcétera).

Pues bien, aún hoy, hay que vigilar y frenar al imperio que pretende convertir nuestra tierra en territorio semidesértico, de tránsito y reserva de centros nucleares, campos de entrenamiento militar y ya se ve venir, tierra de barbecho.

Por todo eso es bueno que, al menos un día al año, bebamos espíritu comunero y, como ellos, nos unamos gentes de todos los sectores sociales para evitar la que se nos viene encima.

La antorcha comunera está en Villalar porque allí la perdieron los comuneros al perder su lucha.

Recojámosla de donde está para hacernos respetar como pueblo.

Hay a quienes les parece feo y chocante que se celebre una derrota.

Serán los ganadores ¿verdad? Porque vos y yo o celebramos las derrotas o no celebramos nada.


Francisco  Molina Martínez. * Profesor y escritor. Publicado en el Norte de Castilla el 26 de Abril de 1989

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