BOBADAS
EN LA CONSTITUCIÓN
LA Constitución
española, con la que “nos hemos dado un marco de convivencia” (en frase cursi
donde las haya), contiene dos simplezas; dos cosas sin sentido, en fin dos
bobadas, que es bueno recordar.
La primera, es que
niega la posibilidad de que el Rey sea reina.
Esto no hay por donde
cogerlo, pues la monarquía se basa en la confianza de que la línea hereditaria
de una familia nunca va a dar un descendiente-heredero torpe o metepatas (en
otra forma dicho, como nadie quiere un jefe de Estado malo, aceptar la monarquía
es suponer que todos los príncipes-herederos van a ser capaces y solventes, “por
cromosomas”).
Como esto es así, ¿por
qué no se puede suponer que las hembras de la familia real no han de ser LO
SUFICIENTEMENTE listas como para representar al Estado español o hacer las demás
tareas que le correspondan a ese cargo?
El eliminar al sexo
femenino de esa posibilidad es un insulto constitucional, a todas las
integrantes de ese género.
Todo lo visto, pues,
es una bobada constitucional. A no ser que el motivo de eliminar a las mujeres
(de una familia) de la posibilidad de reinar sea porque, como se tiene la mala
costumbre de ponerle a la corona “gorra-de-plato” y convertirla en capitán
general de todos los ejércitos, se considere que una dama no tiene “agallas”
para ello.
Y así, esta simpleza
de la Constitución enlaza con otra más grave (o realmente grave): el hecho de que
para los hombres españoles sea obligatoria la mili y para las mujeres no.
Esto es de una
gravedad insultante: Si el que durante los meses que sea, todo español va a ser
“raptado” por el Ejército para enseñarle a matar (por si hay que hacerlo en
defensa de la patria, o de Kuwait o de lo que se tercie), ello puede ser algo
bello, noble y un honor.
En ese caso, no hay
derecho a que se prive a las españolas de ese dignificante servicio a la
sociedad.
Ahora bien, si la
mili es una carga (que incluso crea objeciones de conciencia) el asunto es más
grave, pues se está penalizando a unos ciudadanos (los varones) en beneficio de
otros, las hembras.
Y es realmente así:
No sólo los meses de servicio militar o, en su defecto, los más numerosos (que
es un castigo) del servicio sustitutorio, presentan caracteres de anacronismo,
de sacrificio sin sentido, de utilización de mano de obra (y carne de canon)
barata; sino que así mismo ponen en desventaja al hombre respecto a la mujer a
la hora de completar estudios, buscar un puesto de trabajo, preparar unas
oposiciones; por no referirse a otro tipo de secuelas mas intimas.
Ante esta discriminación
(positiva o negativa, según criterios), procede surja una indignación popular
que reclame el mismo tratamiento (como por otro lado dice la misma Constitución,
en eso de que no habrá diferencias de trato por razón de sexo):
O todas y todos
pasan por la mili o nadie debe a ir a un ejército si no quiere.
Ustedes eligen. Pero
no sean sumisos.
FRANCISCO
MOLINA. El Correo de Zamora. 17 de Abril de 1991. Imperecedero en cuanto a las mujeres
aunque la mili ya la hemos suprimido
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