LA
LEY HORTERA
HAY un ministro cuyo
mérito es ser electricista (que si llega a ser algo mas se iba a enterar) al
cual se le debe una ley de Seguridad Ciudadana que tiene puesto al personal
coma un basilisco.
No se le va a
discutir desde aquí, pues doctores tiene la madre patria que le sabrán
responder.
La obligación a la
que se está obligando, es la de buscarle el lado bueno a la vida, ya que el
malo suele saltar a simple vista.
La utilidad de esta
ley para acabar con la droga parece bastante nula, salvo que se complemente con
la idea del PP de que los drogadictos estén a las 10 (de la noche) en casa.
En ese caso, unidas las
dos ideas, la del PSOE de poder violar el domicilio y la del PP de que la gente
mala se recoja pronto; en ese caso, la ley es cuando puede dar inmejorables resultados,
pues solo así, estando el drogota en su hogar tiene sentido que irrumpa la ley
y le coja in fraganti, pero claro si no está en casa vete tú a cogerlo.
Pero al margen de
esto, que no deja de ser política, se pasa a exponer el lado bueno, eficaz y
rentable de esta que llaman la ley Hortera.
Miren, esa ley, dígase
de una vez, es idónea e inmejorable para cambiar (y gratis) la puerta de casa:
que usted considera
que tiene ya muy visto el acceso a su mansión habitual, o que la madera del
mismo está deteriorada por el corta uñas del lechero (que espera que le abran hurgando
sin parar) o por las pataditas nerviosas que le da el novio de su hija, o por la
vomitona de tu suegra aquel día que se atragantó de risa al ver la cara que se
te puso cuando apareció en la escalera tu mujer con la última minifalda de
moda;
pues bien, si por
esas u otras razones, la puerta de tu casa necesita ser cambiada, suspira y di “bendita
la ley Hortera, que me paga puerta nueva”.
Y manos a la obra.
Llamas al 091 con un
pañuelo amordazado al teléfono (que al contrario que en la vida es algo que
tiene que ser público para que no esté pinchado).
“¡Eh! Es ahí la
policía? Miren que en tal, del cual, de la travesía patatín, se reúnen unos
desalmados y se meten de to”.
Luego, durante unos
días, póngase los vaqueros viejos,
adelgace unos kilitos, barba de par de semanas y a esperar que le sigan y le
vean sospechosote.
Todo, esto unido a música alta y humo (las piñas
verdes son ideales) saliendo a raudales por debajo de la puerta.
Y en un plazo de 20
a 40 días, un día, ni de día, ni de noche, cuando menos lo espera ¡bumba!,
patadón y tente tieso.
La puerta ahajo y
todos a declarar.
Luego, vista su
inocencia, el Estado indemniza, así que puerta nueva.
No se la pida a los
reyes pídasela a Corcuera.
FRANCISCO
MOLINA. El Correo de Zamora. Comienzos de los 90 del Siglo XX
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