viernes, 18 de diciembre de 2015

PARÁBOLA DEL CALLE O CALLE

PARÁBOLA DEL CALLE O CALLE 

Ante la falta de lo que falta, en la cantidad y variedad que hace falta, se creó en su día un movimiento para propugnar y defender el derecho al amor libre y erótico, que se llamó, naturalmente, el Ale.

Tras las primeras elecciones a las que concurrió, el Ale no ganó, pero le faltó poco.

Lo mismo le ocurrió en las segundas, a pesar de que esto del amor libre es interesante, pero ya se sabe, ahí están los poderes fácticos y ahí está esa tendencia de la gente a desconfiar de lo nuevo por bueno que sea.

No obstante, el poder del Ale aumentó a tal panto que sus dirigentes empezaron a disfrutar de las mieles de la fama, una de las cuales es como se sabe la "erótica del poder" (que no es otra erótica que la propiamente dicha y por eso gusta tanto).

Dicho en la lengua que nos parió, ligaban a mansalva e incluso a veces les ligaban.

Pero la nobleza natural de todo jefe, unida a la Inteligencia también natural, de cualquier jefe que se precie, hizo que los del Ale pensaran en por qué no se ganaban las elecciones y en qué había que hacer para ganarlas, y así en el 69 Congreso del Ale dijeron: "compañeros, que seamos del Ale no puede significar que seamos alela-dos.

Debemos adaptarnos a las circunstancias, y estas nos indican, que si no ganamos las elecciones es porque la gente quiere que indiquemos donde está el límite de nuestra propuesta de amor libre.

No nos votan porque la gente no quiere que el amor libre suponga abusar de otra persona, ni tampoco quieren que por celos se pueda hacer sufrir a una tercera.

Por tanto debemos de defender el Amor Libre que no dañaría a terceros".

No todo el mundo en el Ale compartió este cambio y eso dio origen a una división interna.

Aproximadamente un 30% decía que el amor libre es el amor libre y lo demás son cuentos, y que además los celos, como mejor se curan, es con el amor libre.

No eran pragmáticos. Tras expulsar a algunos porque no quedaba otro remedio por el bien del Ale se reprodujo el proceso.

Nuevas elecciones y nuevas derrotas.

Los jefes, que por contra no eran nuevos sino los de siempre, pues no en vano eran inteligentes como ellos mismos (que diría Marx, don Groucho), analizaron la realidad y sin Congresos ni nada, que para eso eran "selectos por ser electos" dijeron:

"Compañeros, la realidad es la realidad y las cosas son como son —unos intelectuales como se ve— y si no ganamos las elecciones es porque defendemos el amor libre que no daña a terceros sin más, y claro, eso deja la puerta abierta a muchas desviaciones e incluso promiscuidades, por tanto debemos defender:

El amor libre que no daña a terceros y no se produce en promiscuidad y orgia".

Nuevas divisiones. Inevitables pero necesarias expulsiones a los impertinentes que insinuaron que esos cambios eran porque los jefes ligan y ya tenían algo del amor libre que le faltaba al pueblo.

A estos impertinentes hubo que decides: Ale, calle o a la calle.

Pero no se ganaron las elecciones tampoco. Y hubo que hacer un nuevo programa aunque supusiera nuevos desgarros.

Así el nuevo fue: "El Ale, esta por el amor libre, sin daños a terceros, sin promiscuidad, ni orgia, uno a una".

Pero no bastó y el siguiente fue: "El Ale defiende el amor Libre sin daños a terceros, sin promiscuidad, sin orgías, uno a una y con consentimiento y control de los hijos o en su defecto del alcalde de la Villa".

Pero ni por esas; así que los dirigentes tras expulsar a cuatro desafectos que llevaron la crítica interior a la calle con una pancarta que decía: "los jefes ligan mogollón y se olvidan del montón", optaron por aprovechar las condiciones objetivas y pactaron con el Partido por la Castidad.

Eso sí, explicaron a sus bases que dicho partido era más progresista de lo que parecía, pues aunque prohibía hasta el amor propio permitía los malos pensamientos.

Al final, el Ale, perfectamente guiado por sus dirigentes, ganó unas elecciones demostrando a todos los disidentes que tenían razón.

Eso si como gobernaban en coalición, para mantenerse en el poder tuvieron que prohibir las minifaldas, las miradas obscenas, etc. Pero ganaron que era lo importante.

En verdad, en verdad os digo que si queréis el amor libre, Ale a moverse.


Francisco Molina (Zamora). La opinión de Zamora. Siglo XX. Imperecedero

No hay comentarios:

Publicar un comentario