sábado, 26 de diciembre de 2015

LIBERTAD MAJADERA

LIBERTAD MAJADERA

……..y DICE la Constitución Española que todos somos iguales ante la Ley menos "uno y medio".

El "uno" es el Rey, que tiene entre otros, el privilegio de que no puede ser juzgado por nada, haya hecho la barrabasada que haya hecho.

Y el "medio" es el Príncipe de turno, que no puede casarse con quien quiera aunque le quieran.

También dice la Constitución que ningún español podrá ser discriminado por razones de sexo, salvo las mujeres de sangre azul, ya que en caso de empate en la línea sucesoria de un Rey muerto, tiene preferencia para sucederle, el macho sobre la hembra de la familia real.

Si una de las Constituciones más progresistas del mundo dice estas groserías y todos miramos a las nubes y silbamos como quien no quiere la cosa, eso significa que el fenómeno hay que interpretarlo.

Así que interpretémoslo.

La libertad que nos invitan a defender cuando nos dicen que hay que estar dispuestos a matar (o sea a morir) por nuestras libertades es la libertad en el mundillo político:

Libertad de expresión, de concurrir a las elecciones, etc., y nada más.

Es decir no es esa libertad que te permite ser libre sin pagar el pato.

O sea ser libre como Dios no manda.

Tal vez usted opine que es libre (¡ah!, pillín, qué callado se lo tenía), pero aquí no hablamos de usted, hablamos de la mayoría o sea de esos que están entre un futuro Rey, que no puede hacer lo que le de la gana, y el caso que le contamos.

Esto salió en la prensa hace pocas fechas. Se trata de un anciano de 80 años que se enamoró de una jovencita de 20, pero hete aquí que lo que podía ser una bella historia de televisión se complicó por lo siguiente.

Resulta que el buen señor estaba en una residencia de ancianos. Resulta que esta era regentada por unas monjitas. Resulta también que el anciano decidió irse a vivir con su media naranja y exprimir todo lo que pudiera el dulce manjar de su propia mitad y la que ella era.

Pero aparecieron las fuerzas del Orden Establecido, las monjitas y la familia, y ésta, alertada por aquellas, se presentó en el lugar de la fuga y abortó la desproporcionada pasión. Y colorín. Colorado, este cuento acabó como el del Príncipe y la Corista. Y si no, véase.

Usted mismo o misma le dará la razón a esta conjunción de "hermanas de la orden" y "hermanas de sangre", porque está pensando que esta es la típica historia de la pelandusca que engatuso al vejete para sacarle los cuartos.

Sin embargo, lo que son las cosas, si la chiquita tuviera dos años menos, o sea 18 menos un día, entonces el depravado y maligno era él que se habría valido de su autoridad y poder económico para engañar a una tierna menor de edad.

Aunque, volvamos al asunto. Si usted, que ve los toros desde la barrera, intuía que el asunto no era de faldas, sino de “bobo que se deja sacar los cuartos por lista”, no le digo nada lo que vieron monjas y familia al unísono.

Vieron que las cosas eran así, y que además encima el dinero que se iba a esfumar era el de ellos. (Sabido es que las monjas cuidan los últimos días de gente asustada, y entre cólico y cólico algunas herencias y donaciones se transmutan en propiedades divinas); mientras que el interés de cada familia por lo que es de la familia es algo que no merece mayor explicación pues a todos resulta familiar.

Sin embargo, al jubilado sin júbilo se le permite seguir votando, es decir su libertad duradera es política pero no animal, que no hay peor mal que un carcamal con una que no esté mal.

Y así llegamos a lo del Príncipe y la Nudista (que porque pasó en pasarela ropa interior nos la han puesto como “así” de pécora).

Nos cuentan que el Príncipe decidió optar por el deber (o sea el dinero. como en la otra historia) tras ser acosado, no por Eva Sannum, sino por "las monjitas y la familia" del orden, que por lo bajo le han debido asediar hasta lo indecible.

Tenemos pues que hasta el futuro Rey sólo ha podido ejercer la libertad política del sacrificio, pero no la del animal que todos llevamos dentro. por más que lo disfracemos con coronas y protocolos.

Y hablando de protocolos, ¿no será que es ella la que le ha dejado a él, porque tras ponerse a estudiar Historia de España, como se nos contó, se asustara ante lo pendones que son los Borbones, y eso no haya podido soportarlo dada la tradicional afición de las damas a querer que se les sea fieles, y que por protocolo se nos diga lo contrario, que el Príncipe dejo a la arribista?

FRANCISCO MOLINA. La Opinión de Zamora. Finales del Siglo XX


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