DISEÑO
CURRICULAR CURSI (Y III)
Con este título se
viene defendiendo que el fracaso escolar existe y existirá mientras no se considere
que la cantidad de materia y materias que se les exige a los alumnos es
superior a sus fuerzas.
Bastará para
probarlo, y que pase de ser una opinión discutible a convertirse en una verdad
corroborada, el que los centros de profesores hicieran un “raspado” en todos
los locales de su influencia con una simple pregunta:
“¿Ha podido usted
explicar todo el temario? De ser así, ¿ha sentido usted que estaba acosado por
la falta de tiempo?”.
Los resultados
hablarían por si solos.
Quedaría así visto
si cada asignatura está sobrecargada.
Mas queda otra
importante cuestión.
Para un mismo
alumno, ¿no serán excesivas tantas asignaturas por curso?
Porque, claro, no
basta con conseguir que en cada materia todo vaya bien, es necesario a su vez
que no haya tantas disciplinas como para que lo arreglado por un lado se
estropee por otro.
Por este camino,
antipático para los profesionales del medio, también hay que tirar.
Lo mismo hay que apencar
con el hecho de que tienen que existir asignaturas “marías”, es decir, por
fuerza deben existir áreas de la educación que no tengan la rigidez propia de
unas matemáticas o un lenguaje; por el
contrario, ha de dignificarse el sentido de las marías, que serán asignaturas
de necesario conocimiento para el chico, pero que no requerirán memorizaciones
de ningún tipo.
La objeción
principal a todos estos planteamientos vienen de los padres y de algunas gentes
de izquierda, y la formulan así:
Los progenitores
quieren que sus hijos sepan el mayor número posible de cosas, y los
revolucionarios luchan por que el pueblo sencillo reciba la misma (extensa) instrucción
que el hijo o hija del pudiente, para que así su prole no esté en desventaja.
Si eso se pudiera
conseguir, loado sea Dios y bendito su santo nombre; la pega está en que los
hechos no parecen indicar que por ahí vayan los tiros, a no ser que confundan
los tiros con los disparos, y estos con los disparates.
El objetivo primordial,
principal y no se dice “único”, de milagro, debe ser conseguir que al niño o niña
le guste aprender.
En cuanto se consiga
eso y se logre mantener, dentro del adolescente después y del adulto mañana, se
habrá logrado el mayor fin de la enseñanza y la mayor subversión del Orden Cultural
Establecido (porque, ¡atención!, no es lo peor que el pueblo llano no tenga conocimientos
como otras clases, lo peor es que se ha conseguido que huya del saber).
Pues bien, este
objetivo básico no se logra, ni por asomo, ni actualmente sin LOGSE, ni posteriormente
con LOGSE, si no se reducen los contenidos (y se aumenta la exigencia).
En los primeros días
de escuela, la mayoría de los niños lloran (porque les sacan del ambiente
habitual), pero hay algunos que no lo hacen e incluso a los que les gusta ir a la escuela.
A éstos no pasaran
muchos cursos sin que el sistema logre que, si no llorando, por lo menos vayan
con rabia.
Todo ser humano
gusta de aprender y disfruta haciéndolo
(basta observar la vida). Pero para ello, en la enseñanza reglamentada, es necesario
¡primero! entender, después asimilar y por ultimo comprobar lo captado.
El hijo del
trabajador manual o el campesino, en cuanto descubriera el placer de saber,
porque el maestro tuviera tiempo y espacio para explicárselo y hacérselo
comprender/aprender, buscaría él mismo seguir por esa senda: ¡estudiar!
Pero en la sociedad
estratificada y competitiva en que nadamos se impone un ritmo de aprendizaje
que a los que llegan a la “fabrica de títulos”, con la desventaja inicial de
proceder de un ambiente menos culto, pronto les va a resultar insuperable (a la
mayoría) por lo que luego, al no sentirse moralmente obligados a seguir los
estudios, en cuanto pueden buscan lo que les es anímicamente soportable: ¡dejarlo!
Los otros, al
contrario, entre las muletas de las clases particulares y que el dinero no es
necesario en casa con urgencia, a trancas y barrancas tiran para adelante.
Además, si hay estudios
obligatorios, ¿no es lógico que sean asequibles para todos, puesto que a nadie,
a la fuerza, se le puede crear un complejo de burro?
Hoy día, como no se
reducen los contenidos de las asignaturas, se está, a la fuerza y en secreto,
reduciendo el nivel de exigencia; con lo cual nos engañamos todos, cumpliendo
así perfectamente la ley fundamental de la sociedad de la hipocresía: ¡engañarnos
los unos a los otros como a nosotros mismos!
FRANCISCO
MOLINA . El Correo de Zamora. 20 de Junio de 1990. Imperecedero
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