VIDA
PERRA
Dice el chiste que
cuando a aquel hombre le dijeron que su mujer le engañaba con su mejor amigo,
fue a su casa, cogió su fusil, y mató su perro.
Toda persona que tiene
un perro sabe el impresionante lazo afectivo que se crea entre ambos, el dueño
del perro y el perro del dueño.
En grado mucho
menor, por tratarse de seres vivos con menos vida, es la relación afectiva de
la propietaria/o con sus plantas.
Cuando un perro muere
o una planta se consume en su tiesto, la tristeza emerge, en gran medida en el
caso del amo del perro, y bajando, claro, en la escala de sentimientos, entre
los familiares del dueño del perro (que acaban siéndolo del perro) y la dueña/o
de la planta.
Algo parecido ocurre
si el perro desaparece. Cunde el desasosiego, se le busca con toda el alma, y
si no aparece, o se maldice al presunto ladrón o se consuela uno con la mala
suerte de que se haya extraviado (ni se pasa por la cabeza que el animal
estuviera hasta las narices y se largara).
Luego, el paso del
tiempo u otro perro u otra planta lo arregla todo, pues el ser humano se hace a
cualquier situación en cuestión de sentimientos.
Fantaseemos ahora. e imaginemos que tiestos y
perros hablaran y actuaran. Aún mas, imaginemos que actuaran como sigue el
relato:
imaginemos que de
repente el perro (o la planta) le dice a quien le cuidaba (porque para eso era
su dueño): "me voy con otro amo porque me siento más a gusto que contigo”.
Lo de menos es que
eso sea así por un motivo o por otro, e incluso lo de menos es que se vaya con
otro amo o solo se vaya... de momento.
¿Cuál sería la
reacción del dueño, y cuál la de los familiares o aledaños del dueño?
Pues tras el
sufrimiento de que se vaya un ser al que tanto se quiere (más o menos), surgiría
la indignación social de que ese animal o esa planta "a la que dedique los
mejores años de mi vida sea un desagradecido".
Y esa indignación,
jaleada por el entorno ("me ha dicho Rin-Tin-Tin que nos deja a mi y a los
niños y se va con otro amo") lo mas fácil es que acabara como la planta en
la bolsa de la basura —tras arrancarla del tiesto— y con el perro, en el mejor
de los casos, medio muerto a patadas.
El amor loco por
perros y plantas se produce porque son completamente propiedad de uno, y lo
son, o nos parece que lo son, porque no nos llevan la contraria (incluso dicen a
un perro, que cuanto más le pegas más te quiere)
Trata de venir esto
a cuento porque el año pasado fue asesinada una mujer a la semana, por su ex
compañero o aún compañero, y este año, aunque parezca mentira, se va a superar
esa cifra.
Y lo que enlaza esto
con lo anterior, es que la razón, sin duda, por la que el hombre maltrata o
hasta mata a su mujer, es por eso, porque la considera suya, de su propiedad
(como el perro o la planta).
Hasta que ve y vive
que "le lleva la contraria", es decir hasta que ve que no es un
objeto, y menos un objeto de su propiedad, y entonces, si el llevarle la
contraria llega a la mayor de las contrariedades posibles (mi camino ya no
coincide con el tuyo) el hombre no lo quiere aceptar, no lo puede soportal….. y
reacciona como si realmente hubiera sido el perro o la planta quien le hubiera
dicho, "me voy de tu lado porque no soy tuya y quiero irme".
No procede este
error conceptual del hombre de una obcecación mental transitoria, en realidad el es producto de una herencia de siglos en
que en efecto, en el matrimonio la mujer era propiedad del hombre, llegando éste a adquirirla por diversos sistemas, pero
siempre como se adquiere un perro, aunque eso sí, con mas prestaciones.
Suerte han tenido
las mujeres que el microchip no se inventó en épocas en que lo dicho era
evidente, pues se lo hubieran colocado como nos manda la concejalía del ramo
para controlar a los perros.
En Zamora, las estadísticas
todavía nos salvan del salvajismo machista, aunque en cuanto a malos tratos no
tanto, y no hay que olvidar que esos configuran verdaderas vidas de perros.
Cuya solución no es
ninguna de las que apuntan los gobiernos de turno, que solo esperan que las
cosas se resuelvan por las buenas.
Que es como esperar
sentados (en un potro de tortura).
Francisco
Molina (Zamora). La Opinión de Zamora. Imperecedero
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