domingo, 20 de diciembre de 2015

LA OFICINA PENITENCIARIA

LA OFICINA PENITENCIARIA

La penitenciaria es el lugar donde van los reclusos a purgar sus penas.

Pasado ese purgatorio el condenado (la condenada) puede acceder de nuevo a este paraíso que es la sociedad que nos rodea (estamos rodeados)

Normalmente se va a la cárcel por haber sido un poco bestia (matar, violar, secuestrar, torturar) o por no respetar las normales reglas de convivencia (robar, extorsionar, agredir, estafar,...).

En los regímenes autoritarios también se puede tener que "purgar penitencia" por gritar Libertad, e incluso se puede fusilar a alguien por luchar por ella.

En los tiempos que corren parece históricamente demostrado que la democracia es un bien para la humanidad; es más, aunque no todas las dictaduras son iguales, lo mismo que no lo son las democracias, parece preferible la peor de estas a la mejor de aquellas.  

Se chulea hoy tanto de democracia que hasta se está preparando una guerra contra Irak, con la disculpa de defender la soberanía de Kuwait (el mar Rojo por fin se va a llamar así porque por el correrá la sangre).

Vende el poder pues, el siguiente mensaje: Por la democracia hay que dar hasta la vida.

Punto y aparte. Según ciertos mayores, algunos libros y demasiados programas de televisión, en España había un régimen legalmente constituido y de carácter democrático.

Lo que se conoció como II República.

Contra ese orden social de convivencia se perpetró un golpe de Estado que, al encontrar más resistencia de la normal en estos casos, acabó en guerra civil.

De los dos bandos, había uno, que luchaba por el orden existente, la democracia: es decir por ese concepto por el que hoy en día se nos cae la baba y por el que dicen que hay que ir a morir.

Pues bien, hubo españolas y españoles que ya entonces comprendieron que era mejor la peor democracia que la mejor dictadura y combatieron por defender la república.

Como perdieron, perdieron la guerra, la democracia y la libertad.

Acabaron muchos en la fosa común de la dignidad, y otras y otros, con mejor suerte, en lo que fue la casa común de la izquierda, la cárcel.

Sus vidas, por ser gentes generosas, dejaron girones de vivencias, perdieron oportunidades profesionales, sufrieron en su salud.

Si les hubiera guiado el egoísmo, no se hubieran sentido tan hermosamente bien con su espíritu como hoy lo están, pero materialmente otro gallo les hubiera cantado.

Era pues justo indemnizarles, compensarles, porque se vio que no solo tuvieron valor, también tenían razón: Hoy sin democracia no se quiere estar.

Y para compensarles, va el gobierno de la casa común de porcelanosa, el gobierno de la rosa de plástico y el puño cerrado (de tacañería) y establece unos criterios de "mezquindad burocrática".

Como si para los que hoy mandan ser preso fuese como ser funcionario han decidido pagarles por trienios.

Una burla. Si no se ha estado en chirona más de tres años, nada (¿No sería más noble dar una cantidad de arranque por haber estado?), si no se han cumplido 65 años tampoco (no se debe ir a la cárcel demasiado joven, parecen querer indicar), y luego por cada trienio de rejas 200.000 pesetas.

Como se ve una fórmula de compensación salida de mentes un tanto llenas de timbres, pólizas, instancias, de mentes burocratizadas, adornadas del trienio, de mentes totalmente rácanas.

Han tratado a los expresos políticos como a oficinistas, tal vez para "hacerles pagar" que fueron más valientes entonces que ellos hoy.

FRANCISCO MOLINA. El Correo de Zamora. 7 de Diciembre de 1990


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