INTELECTUALES,
ARTISTAS Y SIMILARES
Cuando una
folclórica, o cualquier estrella de la canción o así, dice eso de que “es
apolítica” o aquello otro de “yo no entiendo nada de esas cosas, son asuntos de
políticos”, etc., está cumpliendo una de sus misiones más sagradas: ¡no perder
clientela!
Porque claro, si
Isabel Pantoja, por echar mano a un ejemplo, dice que es del partido Tal es
fácil que caiga antipática a los del Cual (partido éste rival del Tal, como de
todos es sabido). Y en consecuencia, a lo peor, en vez de vender 100.000 discos
gracias a que “está por encima del bien y del mal” acaba colocando solo,
pongamos por caso, la mitad.
Todo esto se debe a
que la dama del ejemplo vive, además del recuerdo de Paquirri, de la venta de
su voz. Algo parecido le ocurre al propietario de un bar, que debe “reprimirse”
para no ahuyentar a la clientela del equipo contrario.
Si seguimos tirando
de la lista de los que viven de vender algo, se descubre que, ¡todo el mundo
vende algo!
Se llega así a los
artistas creativos (pintores, escultores, compositores).
Estos, como pertenecen
a “todo el mundo”, pues también venden algo.
Y en función de esa
venta actúan (excepciones aparte), siendo por ello que suelen ser en general
tan bohemios, tan anarquistas, tan libertarios, tan suyos, tan “contra el poder
en general”.
Otra cosa es estar
contra el Poder en particular, porque el artista intuye que no debe caerle mal
a ningún poder concreto ya que su obra, sobre todo si es plástica, tendrá
siempre un buen cliente en las “odiadas” instituciones.
(El motivo es
evidente, las pinturas, esculturas y demás URAS suelen ser carillas y, o te las
adquiere el que tiene “poder de compra” o quien tenga el “poder de turno”).
Por todo ello el “creador” sabe que no debe
enemistarse con ningún partido en particular, de ahí la abstracción en sus
críticas.
Y es que sobre las
cualidades excelsas de la inspiración, está la de que hay que “triunfar y
vender” (más bien viceversa en el profesional).
Que se trata de un
problema de subsistencia en un mercado se confirma con la actitud
llamativa-publicitaria que suelen adoptar, bigotes estrafalarios, vestimentas
llamativas, declaraciones impactantes, bueno y todo lo que se necesite, no
dudando si lo exige el guión en “tirar de la cadena en público”.
Llégase ahora a los
intelectuales.
Estos mortales dicen
que para adquirir la condición de tales hay que ser “espíritus puros”.
Traducido al
castellano lo que están indicando es que, dado lo delicado de su misión
(distinguir la libertad del libertinaje, el erotismo de la pornografía y un
aspirador de una aspiradora no es “moco
de Pavo”), bueno, pues dicen que dado lo excelsa que es su tarea necesitan para
ello la mayor libertad posible, y naturalmente, para no perder independencia,
no deben estar sometidos a 'disciplinas políticas' (que no deben militar,
vamos).
Mas ocurre que un
intelectual también es un vendedor, que ofrece su mercancía a quien se la
solicita (conferencias, colaboraciones, simposios, congresos, universidades de
verano, libros, tertulias, etc., están pagadas y tarifadas).
Por tanto ha de
tener mucho cuidado de, como Isabel Pantoja, no cerrar las puertas que se le puedan
abrir, y para ello le resulta más “cómodo y rentable” no militar en partido alguno
ya que es arriesgado apostar (las apuestas llevan entre sus emociones la de
poder perder).
La independencia de
las personas, en el tipo de sociedad que estamos, radica en la no dependencia
que se pueda tener respecto al dinero, al auto-bombo, al ascenso social, al
hechizo de la moqueta.
Si pueden permanecer
sordos ante todos esos “cánticos de sirenas”, los intelectuales serán libres
aunque tengan cadenas, pero el militar o no políticamente poco les va a “refrenar”
en su libertad; salvo que militen con “mejores —e interesadas— miras”. en cuyo
caso la docilidad es imprescindible.
Resumiendo: a
chulear menos, que aquí (planeta Tierra) la ley del mercado todo lo tasa, desde
el cuerpo de las que 'hacen la carrera' hasta la mente de los que quieren “hacer
carrera”.
FRANCISCO
MOLINA. El Correo de Zamora. 20 de Abril de 1990. Imperecedero
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