CELEBRAR
DERROTAS
Cada
vez que llega el Día de Villalar, los intelectuales
como Dios manda (y bien que manda) nos dicen, al común de los mortales, que es absurdo
celebrar una derrota.
Recordemos que en
Villalar las Fuerzas del Orden establecido de la época les dieron para el pelo
a los Comuneros.
Es decir, vienen a
decir que lo natural es celebrar victorias y lo artificial o ridículo, el
celebrar derrotas.
Pues bien, en lo que
sigue vamos a demostrar que celebrar-celebrar (como recuerdo de algo), en sí, no
es algo natural, que es algo artificial o cultural, como se prefiera.
Y luego, corriendito,
vamos a ver que celebrar es, sólo cultural y producto de la invención del hombre,
sino que ese es un invento del "hombre poderoso" y no del hombre
"victima del poderoso".
Para que se entienda
mejor: la cerámica es un invento del ser humano, y el principio de autoridad es
un invento de los poderosos del género humano, no de todos.
Fijémonos primero,
para lo primero, en que lo que sí es natural es celebrar o festejar lo bueno,
pero no como recuerdo de nada del pasado sino como presente bueno y riquísimo
que se pone delante y que hay que disfrutarlo en presente.
Por esto es por lo
que, posiblemente, en cada lugar de la tierra, cuando venia el buen tiempo ¡se
celebraba! (pero no la victoria, pues nadie venció al mal tiempo, sino que se
celebraba el rico presente que se presentaba).
¿A quien no le gusta
que le ofrezcan presentes, y no pasados, ni futuros? De ahí que cuando empiezan
las cuatro estaciones del año, casi todos los pueblos celebran: el sol, o que
los días vuelven a crecer y viene el sol, o las cosechas etc.
Queda pues claro que
lo natural es ponerse contentos cuando se tienen delante algo bueno. Luego, después,
viene ya el invento de celebrar, en el sentido de conmemorar, y como es
invento, ya es algo cultural y no natural.
Surgen las
conmemoraciones de episodios que ya no volverán, fueran reales o ficticios.
Y así, poco a poco,
los que van inventando esto de celebrar las cosas, como son los poderosos de la
época, y toda declaración se convierte en fiesta (para que parezca que es
"una alegría natural ante un bien que se nos pone delante") se dan
cuenta de que no pueden pasarse en celebraciones, pues entonces los esclavos serían
como los amos, los siervos como los señores, y los obreros como los
empresarios.
Porque en
definitiva, ¿Qué encierra una fiesta como factor común a todos? que en ella no
se debe ir a trabajar.
Luego, fiestas y
celebraciones, debería haber poquísimas, porque si hubiera 365 al año,
trabajarían lo mismo los ricos que los pobres, o sea nada.
Y entonces, se acabó
el orden establecido (que como su nombre indica establece que unos son
trabajadores y los otros... empleadores y que establece que hay que celebrar
solo las victorias, y no todas, únicamente las que diga el convenio colectivo.)
Así las cosas, había
que hacernos creer a todos que lo lógico es celebrar solo los éxitos y no las
derrotas.
Y la razón es
evidente, éxitos, lo que se dice éxitos, se cuentan con los dedos de la mano.
Y sin embargo,
derrotas, no con las estrellas del cielo se cuentan.
Así que si celebráramos
derrotas ¡todos los días estaríamos de juerga!
Sobre todo en Zamora.
Así que ¡celebremos
derrotas! Por ejemplo, la población va bajando sin remisión, pues bien, el día
que lleguemos a los 150.000 habitantes en la provincia (solo nos falta perder
unos miles). ¡Fiesta para siempre!
Celebremos derrotas
y así hasta la traca final. Y tú, poca cosa sin patria, haz como yo, que he declarado
fiesta local cada derrota intima y desde entonces, no hay día que no celebre
algo.
Francisco
Molina (Zamora). La Opinión de Zamora. Imperecedero
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