sábado, 26 de diciembre de 2015

nEURÓticos

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Y fui a un colegio a contarles "lo que hay que hacer para cobrar el dinero que nos deben" (a los funcionarios) según el Estado de Derecho, cuando entonces, vi un super-poster de una editorial en el que aparecían unas seis fotos de niños, separadas entre sí, con la leyenda de "todos somos iguales", cuando sin embargo cada niño era de un color de piel diferente.

Me quedé un poco perplejo porque si una editorial de libros de texto, para explicar que todos los humanos somos iguales, lo que hace es marcar (exponer) solo la diferencia, pues no es de extrañar que el alumnado acabe por odiar los estudios.

Cuánto más fácil de entender sería, para el mas bruto de los aprendices, el ver a esos niños de diferentes colores de piel, haciendo eso de comer o jugar o ir al servicio o jugar a los médicos o reír o llorar, y que debajo pusiera "¿somos diferentes o iguales?"

Del mismo cariz (el cariz de lo burros que somos los adultos) es lo siguiente.

Resulta que en los centros educativos, y alguno más, hay un poster gigantesco por aula, en el que nada menos que tres organismos de postín no hacen más que contar bobadas y gastar dinero con ese cuento a las pobres criaturas (menos mal que no hacen caso) de “la transición al Euro”.

Los tres organismos son: la Real Casa de la Moneda, la Sociedad Estatal de Transición al Euro (creada para tirar el dinero como se verá) y nada menos que el Ministerio de Economía (que así va).

Bueno, pues tales, serios y rigurosos señores serios y rigurosos al máximo, porque seguro que cobran lo suyo, (no se sabe si en pesetas o euros) dicen en su poster (que pretende enseñar, informar y ayudar) lo siguiente...

Que un céntimo de euro son dos pesetas, y que dos céntimos son tres pesetas.

Tal afirmación la espetan porque dicen que aplican la Ley del Redondeo que se ha establecido por el Banco Europeo, y teniendo en cuenta que un euro son 166,386.

Comentemos los disparates: primero, no es verdad que un euro o un divisor o un múltiplo equivalga a tales o cuales pesetas, puesto que la peseta se esfuma y no vas a poder deshacer el cambio nunca.

Segunda burrada, no advierten que la Ley del Redondeo solo se aplica a cantidades finales y no a las monedas o billetes (supongo).

Y tercero y último, es pecado mortal decirle a un niño (o a un adulto de esos que son como niños) que un céntimo es dos y que dos céntimos son tres, porque hasta el más simplón, si se le ocurre pensar, se da cuenta de que dos es el doble de uno, y que si un céntimo de euro son dos pesetas, entonces dos céntimos deberían ser cuatro.

Para que se entienda mejor el disparate que cuentan estas sagradas instituciones, resulta que si fuera verdad que un céntimo de euro son dos pesetas y dos céntimos fueran tres, podría ocurrir que si yo sólo tengo monedas de céntimo y quiero comprar algo de un euro, al dar cien de esas monedas habría pagado 200 pesetas por lo que solo valía 166, o igual de divertido. si solo hubiera tenido 50 monedas de dos céntimos de euro habría pagado 150 pesetas por lo que costaba 166.

Dado que el poster es a todo color, plastificado y que hay tanto organismo detrás, lo peor es que se tire el dinero a mansalva para contar sandeces.

Claro que en eso consiste la economía “libre de sentido común".


FRANCISCO MOLINA. La Opinión de Zamora. 7 de mayo del 2001

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